El otro Cabañeros
276 especies de vertebrados subsisten en un parque ocupado en sus tres cuartas partes por cotos privados de caza
Cabañeros fue siempre feudo de señores con mano de hierro y de señoritos con escopeta, pero, en los años ochenta del pasado siglo, la anunciada instalación de un campo militar de tiro pareció ya excesiva brutalidad y hubo que declarar este paraje castellano-manchego parque nacional en 1995, el 20 de noviembre, día inolvidable.
Ello no quita para que las tres cuartas partes del parque sigan siendo cotos privados de caza y que aun en el 25% restante se celebren monterías. De hecho, días pasados, un guardia de seguridad nos impidió el paso por un camino público de Navas de Estena porque había un anciano con bigotito fino y criado disparándole a los ciervos balas como desodorantes roll-on. Que en un espacio de violencia sistemática subsistan 276 especies de vertebrados, incluidos el lince, el águila imperial y la cigüeña negra, es una paradoja con la que los amantes de la naturaleza tenemos que acostumbrarnos a vivir.
El paisaje típico es el de los montes tapizados de jarales y carrascas
El paisaje típico de Cabañeros es el de los montes tapizados de jarales y carrascas, y, a sus pies, las rañas o llanuras salpicadas de encinas y alcornoques, el clásico bosque mediterráneo, cuya música clásica la ponen los berridos otoñales de los ciervos en celo, tan altos que los oye hasta el más decrépito y tapia de los escopeteros. Pero hay otro Cabañeros: el multicolor de los ríos Estena y Bullaque, afluentes del Guadiana, particularmente bello el primero cuando ataja por el llamado Boquerón a través de un estribo sureño del Rocigalgo -1.448 metros, máxima altura de los montes de Toledo-, entre quejigos, robles melojos, fresnos e incluso tejos.
En Navas de Estena, pueblo ciudadrealeño sito al norte del parque, hay que ignorar los carteles que a la entrada indican hacia el Boquerón y atravesar el centro -en la plaza de la Constitución veremos el que probablemente es el único monumento de España al macho salido, un ciervo berreando- para salir andando por la calle de Horcajo, junto a unos adosados blancos y amarillos, y por su prolongación, una pista pedregosa que no dejaremos en toda la jornada. En 10 minutos alcanzaremos el arroyo del Chorito, tributario del Estena, por cuyo vallecico bajaremos sin dejar la pista principal, llevando delante y en lo alto la blanca ermita del Durazno.
Como a media hora del inicio, vadearemos el arroyo junto a un puente derruido y al rato llegaremos a la junta del Chorito y el Estena, que es un río notable, con pozas y rabiones dignos de parajes más lluviosos. La confluencia acaece en el fondo de un selvático cañón, entre plegamientos rocosos y cuchillares que nos recuerdan los turolenses Órganos de Montoro. Aquí, la pista enhebra las agujas de Las Torres y continúa río abajo pasando por la fuente del Fresno y el risco de Tira Pan, desde donde las mujeres arrojaban antaño las hogazas a sus maridos cabreros o carboneros cuando se quedaban aislados en la otra orilla por las crecidas del Estena.
Una hora en total, o algo menos, nos habrá llevado arribar a un punto donde el cruce del Estena resulta obligado, para lo cual hay que avanzar saltando por unos pedruscos estratégicamente colocados sobre el lecho del río. Más allá de esta angostura pululan una rica fauna ribereña -el cachuelo y el calandino, el galápago y la nutria- y una flora propia de otras latitudes, como los tejos que llegaron hace 10.000 años huyendo de los hielos de los glaciares y aquí se quedaron, entre Ciudad Real y Toledo, a más de 150 kilómetros al sur de sus parientes más próximos, en la sierra madrileña.
El camino que venimos siguiendo -en realidad, las ruinas de una vieja carretera inacabada- concluye media hora después, una y media en total, al topar con la alambrada de un coto de caza. Que un bello paseo por un parque nacional acabe de esta manera es algo difícil de entender y más difícil aún de explicar, y desde luego no seremos nosotros los que lo intentemos. Uno se acostumbra a todo.
Días de berridos y hojas caducas
- Dónde. Navas de Estena (Ciudad Real) dista 140 kilómetros de Madrid yendo por la carretera N-401 hasta Toledo y por la CM-401 hasta Navahermosa, para desviarse poco después hacia Navas por la CM-4157 y la CM-4153. Este camino ofrece vistas sobrecogedoras de todo Cabañeros al pasar por el risco de las Paradas. - Cuándo. Paseo de tres horas -unos ocho kilómetros, ida y vuelta por el mismo camino-, con un desnivel prácticamente nulo y una dificultad baja, que sería muy baja si no hubiese que cruzar el río saltando de piedra en piedra. Otoño es la mejor época para visitar Cabañeros -por la berrea de los ciervos- y el Estena en particular, por el variado color de las hojas caducas de su bosque de ribera. - Quién. El Centro Administrativo del Parque Nacional de Cabañeros (teléfono 926 78 32 97) organiza paseos con guía por el río Estena. Por su parte, la cooperativa Coserfo (teléfono 926 77 53 84) ofrece la posibilidad de recorrer la raña de Santiago en vehículo todoterreno. - Y qué más. El mejor alojamiento de la zona es El Boquerón de Estena (609 41 67 45), una casa rural de piedra junto al río que tiene siete habitaciones dobles con baño (7.000 pesetas por noche) y restaurante especializado en judías blancas, sopa castellana y asados.
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