Urgencias del Sáhara
Un piso de Mislata acoge a una decena de niños enfermos saharauis a través de una iniciativa humanitaria
Majuta, Hakima, Challa, Ailamu, Sas, Hadad, Salamu, Fali, Lehbid y Zain componen una gran familia. Estos niños y adolescentes saharauis enfermos comparten piso a través de una iniciativa de la Asociación Humanitaria Internacional de Mislata (Ahuim). Pero para poder hacer esta entrañable fotografía familiar se han debido salvar un elenco de obstáculos. Algunas de estas caras han esperado en lista de espera hasta cuatro años: 'El primer problema es la propia familia. Muchas veces no quieren que el niño venga solo, pero contra eso están los problemas burocráticos y el papeleo. El visado, por ejemplo, que para nosotros es un trámite de un día, para ellos puede suponer dos años. Además de la propia embajada que tienen en Argel, que está situada a 1.800 kilómetros de los campamentos de refugiados, depende también del consulado español. No es fácil juntarlo todo', explica Ramiro Montoya, miembro de la asociación.
Afortunadamente, las patologías de estos niños y niñas no son cuestión de vida o muerte. Están aquejados de enfermedades cardiacas, digestivas y oculares, pero el sistema ha dejado víctimas que han fallecido por la dilatada espera: 'Se nos han muerto niños aquí porque han llegado ya en condiciones extremas', denuncia Montoya.
Desde hace siete años Ahuim acomete el programa de Vacaciones en paz. Durante dos meses, niños procedentes del Sáhara son alojados por familias de Mislata, localidad valenciana hermanada con la ciudad de Tifariti, en la provincia, de Asmara, una de las regiones del Sáhara Occidental que recibe silencio y también, como los jóvenes, padece una larga espera: un referéndum tras 25 años sin tierra, después de que España abandonara apresuradamente esta última colonia africana, que fue ocupada por Marruecos.
Estas últimas Vacaciones en Paz han sido especiales para Ahuim, porque se dedicaron a un grupo de niños enfermos. Compartieron piso y pasaron los fines de semana con familias. Este proyecto embrionario fue un éxito, de ahí que la experiencia se prolongue ahora durante un año. Durante este tiempo pasarán un total de 32 jóvenes. 'Necesitamos familias de acogida para los fines de semana. Personas que acompañen a los niños en el hospital cuando sean intervenidos. Cualquier ayuda es poca', explica Concha García, la responsable del proyecto para la recuperación de niños enfermos.
El Ayuntamiento de Mislata ha cedido los dos pisos unidos para dar cabida a todos los pequeños. El proyecto, al que han contribuido la Diputación de Valencia y entidades como Bancaja, asciende a diez millones de pesetas. La remodelación y acondicionamiento de la vivienda, así como la manutención y vestimenta de los niños corre a cargo de Ahuim.
El hábitat está pensado para sus ocupantes combinando lo mejor de ambos mundos: las vivas alfombras de las haimas y todas las facilidades de los lugares a los que estamos habituados. Porque para el pequeño Zain las puertas, cajones e interruptores son una verdadera revolución. De ahí que aproveche cada entrada a la habitación para abrir y cerrar, encender y apagar. La casa que ya ha tenido dos celebraciones, la última, el cumpleaños de Hakima, que quería hacer un cuscús dulce para la ocasión. La traductora del grupo se llama Majuta. Su acento y físico tienen color canario, ya que esta saharaui vivió durante cinco años en San Nicolás de Tolentino (Las Palmas).
Ahuim tiene previsto incrementar el proyecto y pretende negociar la donación del edificio que albergaba la antigua residencia de Mislata para ofrecer un mayor empaque a esta iniciativa solidaria. También aprovecharán para traer otros niños no sólo del Sáhara. El presidente de Ahuim, Eduardo, y su mujer Olvido acogen a Baba Omar Mohamed. Un niño que vino a España aquejado de una enfermedad hace años. Ahora se ha quedado para estudiar. Aunque todavía no tiene edad, baraja ya la posibilidad de ser médico y le gustaría volver al Sáhara. De ahí que le ilusione la idea de ser uno de esos Médicos Sin Fronteras. De momento, las ilusiones de Baba y otros niños crecen lejos de su país.
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