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Columna
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La herencia de Gil

Era tan civilizado que no parecía real. El pacto anti-Gil era un síntoma de madurez impropio de la asilvestrada política andaluza. Finalmente, se ha terminado rompiendo por el descosido más notable: el de esa derecha que no puede ocultar sus tics más choricescos y autoritarios.

En Estepona, el pacto anti-Gil había logrado superar sin problemas momentos de crisis, como cuando el anterior alcalde socialista, Antonio Caba, tuvo que dimitir después de ser procesado por blanqueo de capitales en su despacho de abogados. El pacto de Estepona aparentaba solidez: socialistas y populares habían tenido que aguantar los improperios de Jesús Gil Marín cuando estaban en la oposición, y estas cosas unen mucho. Juntos, socialistas y populares habían también plantado cara en los tribunales a las irregularidades urbanísticas del GIL.

Pero hay tentaciones difíciles de resistir: tras la catástrofe urbanística de Marbella, Estepona es la localidad con más futuro de la Costa del Sol. Los alcaldes socialistas Antonio Caba, primero, y Antonio Barrientos, después, lograron con el apoyo de PP, IU y PA poner orden en la herencia envenenada del GIL y acometieron un desarrollo urbanístico razonable.

Ahora, tras la ruptura del pacto, hay que ponerse en lo peor. El PP conoce muy bien a sus nuevos aliados en Estepona: tanto que se ha personado en causas penales contra ellos. Los informes del Tribunal de Cuentas terminarán de poner en evidencia su catadura moral.

Los dirigentes del PP malagueño han tratado de mostrar sorpresa por la ruptura del pacto. Sin embargo, el asunto no era ningún secreto para los líderes populares de la Costa del Sol que conversaron sobre la posibilidad de emprender esta aventura hace un par de semanas, cuando la presidenta del PP andaluz, Teófila Martínez, visitó Marbella.

Es probable que sea sincera la sorpresa de los dirigentes del PP de Málaga, que con esta aventura arruinan su bien ganada reputación centrista. Probablemente, el pacto no fue cocinado en Málaga, sino que vino servido de Madrid, en donde el ex alcalde de Estepona, Jesús Gil Marín, ha debido encontrar aliados políticos para las operaciones especulativas que vio frustradas al perder la alcaldía.

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Tienen que ser intereses muy poderosos para obligar al PP malagueño a dar un giro tan inoportuno en su política de distanciamiento del GIL. Los costos a medio plazo serán importantes: con aliados como los gilistas es imposible no salir salpicado de barro hasta las cejas. En Estepona se va a comprobar de nuevo que es una tontería eso de que el PP es 'incompatible' con la corrupción.

Tras darse a conocer la ruptura del pacto, el líder de los gilistas de Estepona, José Gerez, dijo que junto al PP formará 'el futuro centro reformista'. Da miedo pensar qué es lo que puede haber agazapado en la derecha si gentes como Gerez están en el centro.

Si triunfa la moción de censura en Estepona, una nueva alcaldesa se unirá a la galería de alcaldes del PP en la Costa del Sol (Torremolinos, Fuengirola) que sólo con la mejor benevolencia pueden ser calificados de autoritarios.

Jesús Gil puede retirarse tranquilo una vez que los tribunales lo inhabiliten: sus valores y sus gentes quedan en buenas manos.

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