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Marruecos pone los fieles y Arabia Saudí el dinero

Luis Gómez

Los cerca de 600.000 musulmanes que pueblan España forman ya la segunda religión en el país. El fenómeno migratorio, además, hace suponer un sensible crecimiento de esta población a corto plazo. Organizados en un centenar de asociaciones legales y otras tantas no legalizadas, agrupados en dos federaciones (FEERI y UCIDE) no demasiado bien avenidas, los musulmanes en España forman un colectivo variopinto que no ha recibido un trato afectuoso por parte de la Administración. Entre sus numerosas reclamaciones hay una que se ha hecho muy evidente en las últimas semanas: ha pasado mes y medio desde los atentados y ninguna autoridad española se ha dirigido a este colectivo o ha tenido un detalle institucional hacia él, como ha sucedido con otros líderes políticos en los países de nuestro entorno. La visita de un ministro español a una mezquita habría sido muy bien recibida.

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Sin embargo, ese detalle no se ha producido. Como tampoco se ha regularizado la enseñanza de la religión islámica en las escuelas públicas, a pesar de la existencia de un acuerdo que data de 1992. En el año 2000, el Ministerio de Educación sólo abonó el salario de un profesor de religión islámica en todo el país, una cifra ridícula si se tiene en cuenta que la religión evangelista gozó de 37 profesores contratados. El Ministerio trata de atenuar ese desagravio en el presente curso y está prevista la contratación de 10 profesores en Ceuta y otros tantos en Melilla, como un avance significativo. Pues bien, en ambas comunidades, más de la mitad de la población escolar en primaria es musulmana.

Ese desapego de la Administración hacia los musulmanes se manifiesta en otros órdenes, de tal manera que las principales mezquitas en España se han financiado con capital fundamentalmente saudí.

No es fácil determinar cómo se agrupa el colectivo musulmán y cuáles son las corrientes religiosas dominantes. Es evidente que la proliferación de financiación saudí, como la procedente en algunos momentos de Libia o Egipto, han tendido a favorecer las corrientes más rigurosas, como es evidente que más de la mitad de los 600.000 musulmanes son inmigrantes procedentes de Marruecos, cuya práctica religiosa es mucho más flexible. Tal y como están las cosas, más parece que Marruecos pone los fieles y Arabia Saudí, el dinero. Los inmigrantes viven en unas condiciones difíciles por falta de los adecuados mecanismos de acogida y encuentran mayor ayuda por parte de las organizaciones religiosas con más medios económicos. Todo ello configura un mapa bastante confuso, donde es posible que sucedan hechos como los de Málaga, cuya mezquita está dominada por un personaje capaz de difundir un manifiesto protalibán. O donde otro imán, el de Fuengirola, ha dirigido la enseñanza del islam en los colegios públicos de la provincia, sin conocimiento del ministerio y de la Junta de Andalucía.

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