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Apatía entre los islámicos

Apenas ha habido reacciones de la comunidad islámica residente en Bélgica desde los atentados del 11 de septiembre y la posterior intervención de EE UU en Afganistán. Salvo algunas pequeñas protestas en Bruselas, el único gesto significativo lo protagonizó Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, cuando se acercó a la mezquita de la capital belga a modo de desagravio por las declaraciones del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que había subrayado una supuesta superioridad de los occidentales frente al islam.

Esta relativa apatía se produce en un país como Bélgica, donde la población musulmana es porcentualmente una de las más numerosas de la Unión Europea y se caracteriza por la fuerte presencia de marroquíes y turcos. Con 10,2 millones de habitantes, el 8,7% de la población belga es de origen extranjero, un porcentaje que se acerca al 20% en el caso de la capital, con fuerte presencia de funcionarios europeos. De los 891.000 ciudadanos de origen extranjero, 329.000 proceden de países no comunitarios y, de ellos, más de la mitad son marroquíes y turcos.

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Buena parte de la colonia musulmana se concentra en las ciudades de la región flamenca, donde la industria es más fuerte, y en Bruselas, donde algunos barrios, como Moelenbek y Anderlecht, cuentan con una clara mayoría de ciudadanos musulmanes que conservan sus hábitos culturales y religiosos.

El colectivo marroquí, con un total de 125.082 ciudadanos (14% del total de extranjeros y 1,2% de la población total belga) es el más numeroso, seguido por los turcos con 70.700 personas (7,9% y 0,7% respectivamente).

También es numerosa la población argelina (8.400) y la tunecina (5.000). Los albaneses, iraníes, libaneses y paquistaníes también están presentes en Bélgica, aunque en un número muy limitado si se compara con el resto de la población musulmana.

Estas cifras descienden cada año debido a que una media de 8.000 marroquíes y 6.000 turcos obtienen cada año la nacionalidad belga mientras que el número de inmigrantes es limitado. En el caso de los países de Oriente Medio, además, los flujos han caído considerablemente durante la última década.

Además, y según evaluaciones oficiosas, un porcentaje sensible de musulmanes abandona cada año la práctica de la religión. En Bélgica, no obstante, hay decenas de mezquitas y una de las más importantes está ubicada en pleno corazón del barrio europeo, a escasos metros de las sedes del Consejo, la Comisión y el Parlamento.

La actividad laboral del colectivo magrebí y turco se concentra básicamente en la agricultura, servicios, construcción y limpieza industrial.

Oficialmente, apenas hay casos de discriminación, pero también es cierto que un elevado porcentaje de núcleos de inmigrantes musulmanes residen en zonas totalmente separadas del resto de la población.

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