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Pasajeros con pistola

Los viajeros de aviones estadounidenses burlan los controles a pesar de las fuertes medidas de seguridad tras los atentados

Aeropuerto Louis Armstrong, Nueva Orleans, 23 de octubre de 2001. Las filas para pasar los controles son lentas, unas dos horas de espera, pero nadie pierde la paciencia porque, al fin y al cabo, se trata de la seguridad colectiva: la seguridad que las autoridades advierten continuamente en la televisión que se ha intensifiado en todas las terminales del país después de los atentados del 11 de septiembre. Finalmente, los pasajeros se dirigen a las puertas de embarque, donde una vez más les piden un documento de identidad con foto y a algunos incluso les revisan del equipaje.

Apenas una hora después, en el Boeing 737 de Southwest Airlines que vuela rumbo a Fénix, Arizona, un pasajero abre su maletín, saca una pistola, se levanta y se acerca a una azafata. 'Creo que no debo tener este arma a bordo del avión. Hasta ahora no me había dado cuenta de que la llevaba', le dice mientras se la entrega. Tras el susto inicial, ella se la da al piloto, que la guarda en la cabina hasta que aterrizan y llega el FBI. Después de un breve interrogatorio, los agentes declaran que se trata de un error sin mala voluntad.

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Pero podía haber tenido muy malas intenciones y peores consecuencias. Y el problema es que no ha sido un incidente aislado. En varias ocasiones, en las últimas seis semanas, a los inspectores de equipaje de los aeropuertos de Estados Unidos se les han escapado varias armas del calibre 22, como la pequeña pistola del vuelo a Fénix. Y cuchillos. Y tijeras. La escandalosa burla de la seguridad provocó ayer la ira del ministro de Transportes, Norman Mineta, que declaró la situación como 'increíblemente atroz' e 'inaceptable', pidió al Congreso que actúe con urgencia y advirtió de que no se tolerarían nuevas violaciones.

Vigilantes funcionariosPero el Congreso lleva días en un tira y afloja político sobre si federalizar a los 28.000 empleados que revisan el equipaje de los aeropuertos. El Senado ya ha votado por unanimidad a favor y la Cámara de Representantes se pronunciará esta semana, aunque todo parece indicar que lo hará en contra. El presidente George W. Bush está a favor de un sistema mixto, manteniendo la privatización con supervisión del Gobierno.

Federalizar la plantilla supondría hacerles funcionarios con un enorme gasto público y -según quienes se oponen- sin que ello implicara necesariamente una mejora de su eficacia. Ahora están contratados temporalmente por empresas privadas que apenas les entrenan, les pagan salarios muy bajos y pueden despedirles sin darles explicación ni indemnización. La provisionalidad de los puestos de trabajo añade un elemento alarmante; generalmente, se renuevan las plantillas cada año y en algunos casos cada trimestre.

Es un negocio de bajo coste y alto riesgo. Las empresas de seguridad como la que gestiona la terminal de Nueva Orleans, International Total Services, en muchos casos ni siquiera comprueban si los inspectores tienen un pasado criminal. Esta misma semana han multado con un millón de dólares (180 millones de pesetas) a la que gestiona la seguridad de Filadelfia, Argenbright Security, por no comprobar ni un sólo historial delictivo.

Entre las lagunas de seguridad que han puesto al descubierto los atentados, el control de equipajes es el área más vulnerable, porque las tripulaciones y los pasajeros ahora están alertas y dispuestos a presentarle cara a potenciales terroristas. Por ejemplo, el pasado 14 de octubre, en un vuelo de US Airways de San Francisco a Charlotte, el piloto se dirigió a los pasajeros, hacha en mano, diciéndoles que no temieran en caso de ataque y pidiéndoles su apoyo tirando zapatos o tirándose a los ojos del terrorista. También la Guardia Nacional vigila las terminales, muchos aviones llevan policía a bordo y las aerolíneas están adoptando medidas de protección y refuerzo de las cabinas, pero las maletas sólo pasan por los detectores de bombas en un 5% de los casos. La excusa de las aerolíneas para no universalizar el sistema es que sería muy costoso y restaría comodidad a los pasajeros, que tendrían que acostumbrarse a largas esperas.

La Asociación de Empleados de Aviación ha denunciado las medidas como 'un fraude' para cubrir la fachada. Y además de clases de autodefensa, armas para neutralizar a los atracadores (como aerosoles que producen ceguera temporal o pérdida de conocimiento), reivindican mayores controles para los mecánicos, personal de limpieza y de facturación de equipaje, que, a diferencia de los pasajeros y la tripulación, ni siquiera tienen que pasar por detectores.

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