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Plan de transporte de viajeros, tarde y mal

Desde que en 1987 la ley de regulación del transporte por carretera propuso, en su capítulo IV, un Plan de Transporte de Viajeros (PTV) de Cataluña, estábamos esperando esta figura de planeamiento sectorial. Finalmente, en julio de este año, y después de que el Parlamento instara al Gobierno a su elaboración, el plan ha sido presentado en sociedad. Pero este plan no sólo llega tarde sino que, además, llega mal, por lo que dice y por lo que no dice, puesto que, por una parte, nos propone unas conexiones entre municipios que obedecen a una red urbana que existió en la década de 1930, y, por otra, omite las necesidades de conexión de las ciudades del sur catalán.

Las directrices que definen las oportunidades de viaje en transporte público en el PTV tienen como objetivo principal la conexión de los distintos municipios con su capital de comarca y de demarcación, y con Barcelona. Este mapa de poblamiento piramidal, donde las necesidades de movilidad las establece la posición administrativa que ocupa el municipio, ya no es el mapa de la Cataluña de hoy. Posiblemente, éstas eran las necesidades de conexión hace sesenta años, cuando el mercado semanal generaba unas necesidades de accesibilidad a las capitales comarcales. Pero ni en 1987, ni mucho menos en 2001, la utilización de estos medios de transporte obedece a ese criterio de jerarquía urbana. Da la sensación de que el Departamento de Política Territorial del Gobierno catalán no se haya enterado de que nuestra geografía urbana ya no tiene una forma piramidal, sino que obedece a criterios de redes y ejes, con formas variables según la época del año. Ni sepa que nuestra movilidad no tiene forma de estrella, donde un solo municipio concentra las necesidades de accesibilidad, sino de nube, donde existen orígenes y destinos ubicados en distintos espacios, variables según la época del año o, incluso, del día de la semana. ¿Cómo pueden dar servicio estos transportes colectivos radiales y estáticos al eje de municipios costeros, que en los meses de verano tienen más población y más actividad que muchas de sus capitales comarcales? ¿Cómo garantizar las necesidades diarias de movilidad del Camp de Tarragona, donde hay múltiples orígenes y destinos, con municipios emergentes, sin ningún rasgo de capitalidad, pero que generan necesidades de accesibilidad cada día más intensas? ¿Cómo cubrir la conexión de los polígonos industriales, adonde miles de trabajadores tienen la obligación de desplazarse? Éstas son las necesidades de transporte colectivo de la Cataluña del siglo XXI y éstos son, entre otros, los problemas que tiene que solucionar el PTV. Ofrecer unos servicios radiales desde los municipios más pequeños hasta sus capitales de comarca no sólo es anticuado sino ineficaz.

Otro aspecto curioso del PTV es el trato que confiere al ferrocarril, un transporte en el que la Generalitat tiene pocas competencias, puesto que buena parte de la red actual es de titularidad estatal y la gestiona Renfe. Sin embargo, esto no parece ningún problema para que el PTV indique cómo, a través del ferrocarril, Cataluña estará conectada con el resto de España y con Europa. En cambio, omite temas que, aunque puedan parecer de menor calado, son básicos para la organización territorial de nuestro país y, especialmente, para la vida cotidiana de sus ciudadanos, que ven día tras día lo difícil que es ir en tren desde el Baix Llobregat hasta el Vallès o de Lleida a Tarragona. Pero además propone una serie de actuaciones que contradicen las que propone el Ministerio de Fomento, como es el caso del intercambiador de ejes en la Sagrera. Y a la vez ratifica la espina dorsal ferroviaria catalana, desde Lleida hasta Figueres pasando por Barcelona y por Girona, lo que provocará que las ciudades de la demarcación de Tarragona queden completamente al margen.

En este sentido, el PTV no prevé ningún proyecto que conecte a Tortosa ni, incluso, a Tarragona con la línea de alta velocidad. Y tampoco menciona la necesidad de enlazar los aeropuertos catalanes con esta vía rápida. ¿No había sido el Gobierno de la Generalitat el que, con buen criterio, propuso que el sistema aeroportuario catalán tenía que enlazarse a la red ferroviaria de altas prestaciones? No se entiende, pues, cómo una de las grandes ideas de futuro de la Generalitat no aparece ni mencionada en este plan. Los transportes de viajeros son instrumentos de vertebración de un territorio. Ni el país ni sus ciudadanos podemos permitirnos un PTV tan precario. El Gobierno catalán, por tanto, debería tomarse de una vez en serio un tema tan importante como es el transporte de viajeros. Lo estábamos esperando desde 1987 y no sabemos qué hemos hecho para merecer esto.

Carme Miralles-Guasch es profesora de Geografía de la UAB y diputada al Congreso por el PSC

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