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Columna
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Autoindeterminación

Según el principio de indeterminación formulado por Werner Heisenberg allá por 1927, en la realidad subatómica es imposible establecer con exactitud simultáneamente la posición y la velocidad de un objeto en movimiento. Tanto la física clásica como el sentido común nos dicen que cuando un cañón dispara una bala es posible medir tanto la velocidad de la bala como su posición, a fin de trazar su recorrido mientras se traslada por el espacio; este recorrido es la trayectoria de la bala. Lo que Heisenberg descubrió es que resulta imposible hacer otro tanto cuando se trata de partículas subatómicas, como un electrón: en un momento dado podemos conocer su velocidad o su posición, pero nunca podemos conocer ambas cosas a la vez.

Si no he entendido mal el razonamiento de Heisenberg (tengan en cuenta que soy de letras) ello es debido a que, en el terreno de las partículas elementales, a medida que la extensión de una de las dimensiones disminuye, crecerá la extensión o incertidumbre de la otra. Tal cosa no es en absoluto problemática en la dimensión de la realidad en la que desarrollamos nuestra experiencia ordinaria, en la que no hay mayores dificultades para determinar a la vez la posición y la velocidad de un automóvil, pudiendo incluso hacer predicciones sobre el lugar en que dicho automóvil se encontrará teniendo en cuenta la velocidad a la que circula. De ahí que, en tantas ocasiones, las afirmaciones de la física cuántica puedan parecernos poco más que un ejercicio de esoterismo. Nada más lejos de la verdad. Como señaló Heisenberg, el principio de incertidumbre afecta a toda la realidad, no sólo a la subatómica, al poner en cuestión el familiar principio de causalidad (según el cual siempre que conozcamos el presente con precisión, podremos calcular el futuro), ya que nunca podemos conocer el presente en todos sus concretos detalles.

El nacionalismo vasco democrático, el PNV muy en particular, hace ya tiempo que parece habitar un desasosegante mundo subatómico en el cual resulta del todo imposible conocer con la necesaria precisión su velocidad y su posición, desbaratando así cualquier intento de preparar un futuro mínimamente estable. Desde Lizarra, el PNV se ha dotado de un perfil cada vez más soberanista. Sin duda, en los últimos tiempos el nacionalismo vasco ha incrementado considerablemente su velocidad de crucero. Y al hacerlo, ha vuelto cada vez más difícil el análisis de su posición. A medida que disminuía la incertidumbre sobre la velocidad con que se encamina hacia el futuro (esos diez o quince años para que Euskal Herria cuente con 'voz propia' en Europa) aumentaba la incertidumbre sobre su posición ante el presente. Cuando se nos dice que el Estatuto ha dejado de ser un lugar de encuentro para los vascos se está diciendo mucho sobre el cambio de marcha del nacionalismo en pos de su ideal soberanista, pero se incrementa la indeterminación sobre sus posiciones.

Evidentemente, quien defiende lo actualmente existente como todo lo que puede llegar a existir, quien sostiene que toda la realidad posible se agota en la realidad actual, se encuentra en la más cómoda de las posiciones, ya que el poder es siempre y fundamentalmente un proceso de naturalización de la realidad impuesta como la única posible. Por eso las cosas son siempre más difíciles para quien cuestiona lo existente. Pero a quien defiende 'otra realidad' hay que exigirle la mayor concreción sobre esa otra realidad que quiere y que cree posible.

¿Quiere el nacionalismo vasco democrático constituir en un futuro próximo un Estado vasco? Esta es la cuestión y sin su clarificación todo lo demás -debates de filosofía política sobre la legitimidad o el sentido de la autodeterminación, encuentros sobre procesos y metodologías, propuestas de consulta popular- no es otra cosa que indeterminación e incertidumbre. Para que la cuestión de la autodeterminación deje de ser una cuestión de autoindeterminación. Para que la incertidumbre no siga revolviendo y enlodando el río.

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