Los felices cincuenta
Leo con cierto estupor un artículo en un periódico local, el cual cita a tres madres de alumnos del colegio San Andrés de Colmenar Viejo y de cómo abandonaron un pleno del Ayuntamiento completamente indignadas. Pedían simplemente unas bandas sonoras en la carretera que actualmente cruza el colegio de sus hijos expuestos a la velocidad de los vehículos de sus vecinos. Y, además, reclamaban un mayor control sobre los actos vandálicos que últimamente se dan en dicho centro, con destrozos de material urbano y del centro en cuestión.
Las respuestas del alcalde han sido de un talante completamente razonable, democrático y solidario. La primera cuestión la responde explicando que 'los niños deben cruzar por el paso de cebra, y si no lo hacen es culpa de los padres por la educación que procuran a sus hijos'. La segunda cuestión es contestada con más sorna si cabe: 'El alcalde sentencia que en los años cincuenta no se rompía nada, en cuestión de educación'.
En marzo voy a tener la gran suerte de ser padre por primera vez y, además de las charlas eclesiásticas (el bautizo), paternales (los que pagan) y de mi mujer (¡con la que lié este asunto!), voy a tener que adaptarme a los nuevos tiempos... los del PP. Debo aleccionar a mi hijo en el curso de educación vial que los socialistas me enseñaron y que esta gente demanda pero no inculca (salvo en la escuela privada). En ello va mi reputación como padre, como buen profesor/educador, independientemente de que los niños ¡niños son al fin y al cabo! En esa maravillosa etapa, cuando aprendemos todo, se quebranta alguna pequeña norma que nuestros mayores nos imponen constantemente, como cruzar la calle despistados. Tal y como nos recuerda nuestro admirado alcalde, el problema es de los niños malos y no hay que tomar precaución.
Los años cincuenta para mi alcalde, ¡qué felices eran!, aislacionismo internacional, cartillas de racionamiento, hambre en España, pero, eso sí, mucha educación, la del crucifijo en la pared del colegio y el Cara al sol para despertar la motivación del alumnado. Al señor De Federico le ha traicionado el subconsciente. ¡Qué feliz era!, no como ahora, que hemos de consultar al pueblo cada cuatro años. ¡Qué feliz era!, cuando sólo unos pocos contaban con vehículo, no como ahora, que cualquier obrero tiene el descaro de poseer uno, ¡y hasta dos o tres por familia! Pero ¿cómo no se van a registrar atropellos, si el carné de conducir se lo dan a cualquiera?
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