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Columna
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Saó

En Julio de 1976 apareció el número uno de Saó, revista bimestral escrita en valenciano cuya línea editorial de orientación cristiana defendía una opción nacionalista, progresista y democrática. Su primer director Josep Antoni Comes Ballester. Un consejo de redacción compuesto por diez miembros. Entre ellos destacaban Josep María Soriano Bessó, Antoni Díaz Tortajada o Ernest Nabás. Otros permanecen en el anonimato, junto a la presencia inestimable de Antonio Duato Gómez-Novella. El control de su limitada economía corría a cargo de Emili Tortosa. Y la estampación de los primeros números se llevó a cabo en una imprenta de Ferrer Pastor.

Dicen que Saó ha cumplido veinticinco años con la presencia de ilustres próceres de una parte de la sociedad valenciana. Secularmente, los valencianos han mantenido una posición maniqueísta y secesionista. Los de un lado no se hablan con los del otro y, a su vez, dentro de cada lado también existen bandos, estos sí, irreconciliables.

Saó fue una experiencia espléndida en sus orígenes y en sus etapas posteriores. Era la oportunidad de lanzar un proyecto ilusionado y -¿por qué no?- político, en el que se contó con firmas importantes como la de Martí Domínguez Barberá, maestro de periodistas y valenciano ejerciente. En su trayectoria profesional padeció las tarascadas de la intransigencia reinante. En el primer artículo del primer número de Saó, el grupo nacionalista y pastoral de orientación cristiana que lo promovió, se planteó la conveniencia de que la archidiócesis de Valencia cambiara de arzobispo para acompasarse a los tiempos nuevos de sazón y esperanza que se abrían en aquel verano de 1976. Las metas que impulsaron entonces la publicación sólo se han cumplido en parte, junto a un estrepitoso fracaso en dos frentes: la revitalización de la lengua y la conversión de la comunidad cristiana autóctona en moderna, plural y eficaz.

Las fiestas y celebraciones me parecen muy bien, como testimonio de que el espíritu sigue firme y está ahí. Es justo que cada cual quede en el lugar que le corresponde. He omitido hasta ahora el nombre de otro hombre fundamental para Saó y para tantas otras cosas, en esta sociedad valenciana tan maltrecha, que es Joaquín Maldonado Almenar. Algunos de los filósofos, rectores, universitarios, sabios, políticos, escritores y personajes preclaros, que asistieron a la conmemoración, saben de estas andaduras por referencias y no está mal que se les ayude a refrescar la memoria acerca de qué fue y quién protagonizó aquel temps de Saó.

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