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Cursillos de tiro para combatir el miedo

La compra de armas se dispara en EE UU a raíz de los atentados del 11 de septiembre y los envíos de carbunco

Osama Bin Laden empuña la metralleta con gesto amenazante. Lleva turbante blanco y guerrera caqui. Se dispone a disparar. Sería prácticamente real en su rigidez de cartón si no tuviera ya varios agujeros de bala entre ceja y ceja. El póster del líder de Al Qaeda es la nueva diana de moda en los clubes de tiro neoyorquinos. 'Se vende como rosquillas, ya casi no quedan', dice Darren Leung, el propietario del Westside Rifle and Pistol Range, que ha visto su número de clientes dispararse en el último mes. Desde los atentados del 11 de septiembre, muchos norteamericanos, sobre todo en los Estados afectados por el ántrax maligno (carbunco), están comprando armas para defenderse contra un enemigo invisible: el miedo.

'La gente quiere sentirse segura, quiere saber que puede defender a su familia en cualquier situación', asegura Leung. ¿Pero disparar contra una bacteria? 'Es más una cuestión psicológica. Todo el mundo está muy preocupado y nadie sabe qué hacer para quitarse la angustia de encima. Nadie sabe lo que está pasando. Algunos vienen aquí y descargan su ira pegando tiros. Además, ¿quién puede predecir lo que va a pasar? Si hay nuevos atentados, la policía estará desbordada y tendremos que garantizar nuestra propia seguridad. Hay que prepararse para lo peor'.

A Leung le gusta compartir su visión apocalíptica. Lleva pistola al cinto y camiseta del Servicio de Aduanas de EE UU. 'Gente que nunca había pensado en comprar un arma llama para pedir información, incluso abuelas. Todos se ponen furiosos cuando les digo que deben esperar unos ocho meses para conseguir un permiso. Deberíamos haber cambiado la legislación hace mucho tiempo'. Una media hora de desahogo contra Bin Laden cuesta 25 dólares (unas 4.000 pesetas). Más barato que un psiquiatra. 'Normalmente la gente se queda media hora, pero algunos se pasan tardes enteras'.

Los rifles son los más populares. 'No hay límite de compra. Una vez que tienes un permiso, puedes llevarte la tienda entera si quieres. Con las pistolas es distinto. Hace falta rellenar un formulario para la policía con el número de serie y los datos del usuario'. Leung no sólo tiene armas. En su pequeño club de tiro, en un bajo algo siniestro de la calle 21, en pleno centro de Manhattan, también vende máscaras antigás y trajes contra ataques químicos, estilo camuflaje. 'Tengo que pedir más municiones, mi proveedor de Rochester ha vendido en un mes lo que normalmente liquida en un año'.

En los Estados donde se han registrado los casos de ántrax -Nueva York, Nueva Jersey, Washington y Florida- las ventas de armas han aumentado significativamente. Según la oficina del FBI que realiza las investigaciones de rutina para los permisos de pistolas, la demanda ha subido un 20% en todo el país en este último mes. La National Riffle Association (NRA), el lobby armamentista, asegura que los cursillos de tiro están llenos, sobre todo de mujeres.

'Sé que todo esto no suena muy lógico. No puedo luchar contra un bacilo', dice Leung, cuarta generación de imigrantes chinos. 'Pero es el derecho de los norteamericanos y yo me siento más seguro así'.

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