Celia Villalobos, 'La Polvorilla'
A la ministra de Sanidad, aparte de invitarla a que permanezca boquicerrada, convendría denunciarla en el juzgado de guardia por intrusismo e imprudencia temeraria con resultado de regodeo general. No hay derecho a que toda una ministra chacotee ante las cámaras televisivas intentando robar el aplauso a cómicas como Lina Morgan o Paz Padilla. Si lo que ocurre es que le tira la farándula más que la cartera de Sanidad, puede solicitar el relevo y dedicarse a su vocación de bufona. Sabido es que se trata de oficio digno y hasta rentable; recuérdese a la sin par loquilla Magdalena Ruiz, tan querida por Isabel Clara Eugenia. Además, a las chocarreras no se les censuran los despropósitos, sino que se les aplauden, pues se las tiene por faltas de juicio y de entendimiento.
Lo que no se le puede permitir es que levante un polverío cada vez que hable y que quede expuesta al escarnio de la opinión pública. Si doña Celia hace honor a su nombre, que significa 'la que vino del cielo', desde luego queda claro que no vino a proclamar ninguna buena nueva, sino más bien a tocar alguna de las trompetas del Apocalipsis. Su gestión no puede ser peor: 157.256 personas esperaban ser operadas a fecha del 30 de junio, y 630.852, consultas con especialistas. Éstas no son cifras para chascarrillos, sino para preocuparse. Para cuando se vaya, porque se tendrá que ir pronto, le sugiero un nombre artístico: La Polvorilla.
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