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LECTURA

Las armas ocultas de Al Qaeda

En marzo de 2000, en el transcurso de una operación de rutina relacionada con la ramificación de una organización de inmigración clandestina y tráfico de pasaportes, la policía neozelandesa descubre con asombro que un comando terrorista islámico está preparando un atentado contra el viejo reactor de investigación nuclear Lucas Heights, construido en 1958 en el extrarradio suroeste de Sydney, situado a tan sólo 25 kilómetros del estadio olímpico. A sólo unos meses de la inauguración de los Juegos Olímpicos en la gran ciudad australiana, el 15 de septiembre de 2000, esta información, discretamente comunicada entonces a los servicios de seguridad australianos, desembocó en una investigación a fondo en los ambientes islamistas de Nueva Zelanda y Australia. (En Australia, los islamistas cercanos a Osama Ben Laden disponían, entre otros medios, de una página de Internet que difundía las conversaciones de Osama Ben Laden, así como sus fatwas. Esta página fue cerrada en 1998 por los islamistas de Australia). En efecto, estos dos países albergan refugiados procedentes de Asia central: casi 200 afganos en Wellington, la capital neozelandesa, y más de 15.000 en Sydney.

En nombre de Osama Ben Laden

Roland Jacquard Salvat Editores

Ben Laden ha sido capaz de procurarse productos químicos y aparatos de lanzamiento y dispersión, prohibidos internacionalmente y desechados por los países que antes los tenían
Según un ingeniero nuclear iraquí, tránsfuga de la organización de Ben Laden, éste invirtió varios millones en adquirir en Kazajistán una bomba táctica, gracias a traficantes establecidos en las repúblicas musulmanas ex soviéticas
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El descubrimiento de esta maquinación se produjo cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) acababa de retirar a los talibanes (estudiantes de teología musulmana) de Afganistán la invitación para participar en los Juegos Olímpicos. Los integristas en el poder en Kabul habían informado de que consideraban esta invitación como un reconocimiento de su régimen.

Durante un registro efectuado en una casa de Auckland, la policía descubrió un auténtico cuartel general terrorista clan-destino, un taller de falsificación de pasaportes, así como un plano de la ciudad de Sydney, en el que estaban señalados el reactor nuclear y las diferentes carreteras que conducían hasta él. Los australianos, pensando en el asalto palestino que se produjo durante los Juegos Olímpicos de Múnich, en 1972, que había costado la vida a cuatro atletas israelíes, y tomándose muy en serio los primeros resultados de sus investigaciones, averiguaron que la conspiración estaba instigada por el millonario Osama Ben Laden, un saudí privado de su nacionalidad refugiado en Afganistán y buscado por la mayor parte de las policías occidentales por su implicación en diversos atentados terroristas, principalmente en Arabia y en África oriental.

El cotejo de los datos disponibles en los diferentes servicios de policía de todo el mundo reveló a los australianos la verdadera importancia del peligro: el atentado que deberían haber perpetrado los miembros de una red de afganos instalados en Australia estaba dirigido por un militante islamista ferozmente antioccidental, que contaba con considerables medios financieros e incluso, desde hacía algunos meses, con armas bacteriológicas y químicas.

Operación espectacular

Varios responsables de la organización de Ben Laden querían montar una operación espectacular en Sydney, principalmente contra las delegaciones británicas, estadounidenses y de los países del Golfo. De hecho, un islamista saudí, Abad al Amzi, provisto de un pasaporte yemení y otro iraquí, fue detenido en abril de 2000 en Fiyi, gracias a la información facilitada por Londres y Washington.

Así, pues, tras varios meses de silencio y relativa discreción, Osama Ben Laden y su organización volvían a aflorar a la superficie en vísperas de un acontecimiento internacional de repercusión mundial. Dos reuniones de expertos en seguridad, celebradas en diciembre de 1999 y abril de 2000 en Bruselas, en la sede de la OTAN, habían puesto de actualidad a Osama Ben Laden. Los peligros con que amenazaba los intereses occidentales también se recordaron durante la cumbre del G-7 en Tokio (julio de 2000), y los servicios de información de los países participantes intercambiaron informes secretos al margen de la cumbre.

Entre esos expedientes, lo más preocupante era lo relacionado con el arsenal de Ben Laden y sus redes: en efecto, es indudable que, aprovechando su situación estratégica en una región del mundo considerada hoy en día como un auténtico polvorín, el Afganistán de los talibanes, ha sido capaz de procurarse productos químicos y aparatos de lanzamiento y dispersión, prohibidos hoy día por varias convenciones internacionales y desechados por los países que antes los tenían.

Este riesgo siempre ha sido tenido seriamente en cuenta por los occidentales: en 1998, Henry Kissinger, en el periódico Los Angeles Times, escribía que la carrera del armamento nuclear se desarrollaría de manera inevitable en algunos países capacitados para fabricar armas nucleares, pero carentes de los recursos necesarios para desarrollar la tecnología. En este caso, dichos Estados sentirían la tentación de ofrecer combustible o su habilidad a terceros a cambio de ayuda financiera. El artículo apuntaba entonces a Pakistán y Rusia, dos Estados en crisis a causa de múltiples crisis políticas y financieras y, por tanto, susceptibles de traficar ilegalmente con tecnología.

Uno de los primeros informes secretos entregados al nuevo presidente estadounidense, George W. Bush, en diciembre de 2000 se refiere precisamente a estos peligros terroristas, químicos o biológicos. Un documento de 68 páginas, titulado Las amenazas hasta 2015, considera estos peligros muy en serio.

Durante las reuniones para la transmisión de poderes, Bill Clinton entregó también a su sucesor un voluminoso expediente sobre Osama Ben Laden, en el cual se presentaba al ex saudí como uno de los factores de amenaza más peligrosos, precisamente debido a su capacidad financiera para obtener armas químicas y biológicas.

Este expediente especifica que 'Estados Unidos y Rusia han firmado un acuerdo, en junio de 2000, para advertirse mutuamente sobre cualquier posible lanzamiento de misiles sospechoso'. Por último, se habilitó un teléfono rojo entre el Kremlin y la Casa Blanca para facilitar el intercambio de información relativa a los terrorismos químicos, biológicos o nucleares.

Ficción y realidad

La ficción coquetea hoy día con la realidad... Una simulación realizada en 1999 por el CSIS (Center for Strategic and International Studies) en Washington, dirigido por William Webster, ex director de la CIA, propone una inquietante intriga dirigida contra el Consejo Nacional de Seguridad (organismo dependiente de la Casa Blanca que coordina todas las informaciones consideradas vitales para la seguridad de Estados Unidos) un ficticio 12 de febrero de 2001, día en el que el presidente de Estados Unidos preside en la sala de situación de la Casa Blanca un consejo de seguridad ampliado, relativo a una explosión nuclear en Rusia.

La simulación revela que, a las 4.35, el U. S. Atomic Energy Detection System (el sistema de detección nuclear estadounidense) ha identificado una fusión nuclear cuyo epicentro se hallaría a unos 40 kilómetros al sur de Moscú, provocado por una carga de 10 a 15 kilotones.

Horas después de la explosión, los rusos todavía son incapaces de establecer un balance exacto de los daños; deben hacer frente a una situación sin más precedentes que los de Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945. Un grupo independentista islámico checheno reivindica el atentado.

Los separatistas añaden que, si es necesario a consecuencia de la actitud del Gobierno ruso, están dispuestos a repetirlo. Los chechenos exigen la retirada en 24 horas de las tropas rusas de su país y la independencia. Si Rusia no atiende su petición, los independentistas provocarán una segunda explosión, pero esta vez en Moscú, donde ya cunde el pánico.

Sólo 30 minutos antes de la reivindicación chechena, Hezbolá, una organización libanesa apoyada por el Irán de los ayatolás, ha inundado las embajadas occidentales de Oriente Próximo, las agencias de prensa y las emisoras de televisión de llamamientos y fotocopias de una reivindicación en la que afirma que también ellos disponen de armamento nuclear; exigen la retirada inmediata de las fuerzas no musulmanas de la península Arábiga y la reparación de los perjuicios y sacrilegios infligidos al mundo musulmán por la operación estadounidense Tormenta del Desierto durante la guerra del Golfo, a comienzos de 1991. (En agosto de 1990, las tropas iraquíes habían invadido Kuwait, acción que desencadenó la guerra del Golfo).

Hezbolá amenaza con claridad: si Estados Unidos se resiste, deberá prepararse para otras explosiones semejantes a la de los alrededores de Moscú. Pero esta vez golpearán ciudades estadounidenses, británicas o francesas, así como establecimientos militares en Arabia Saudí. El Pentágono (sede del Departamento de Defensa estadounidense en Washington) lleva a cabo entonces una evaluación del riesgo y descubre que, según los servicios de información surafricanos, la central nuclear de Pelindaba, en las cercanías de Pretoria, entregó material nuclear sensible a una sociedad radicada en Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos.

Los servicios de información rusos consiguen reconstruir el fatal encadenamiento; el combustible nuclear, unos 20 kilos de plutonio, fue sustraído de la central rusa Chelya Bensk-65.

En la actualidad, esta misma simulación se ha puesto al día teniendo en cuenta la amenaza más preocupante: Osama Ben Laden. Según datos proporcionados por un iraquí, ingeniero nuclear, tránsfuga de la organización de Ben Laden, éste invirtió varios millones de pesetas en adquirir en Kazajistán una bomba táctica gracias a varias ramificaciones de traficantes establecidos en las repúblicas musulmanas de Asia central independientes después de la disgregación del imperio soviético.

Un informe de la comisión nacional estadounidense sobre el terrorismo certifica en 1999 este peligro, y concluye: 'Un ataque terrorista en el que se utilicen agentes biológicos, químicos, radiológicos o nucleares, incluso aunque sólo tuviera un éxito parcial, podría afectar gravemente a la nación'.

El saudí Osama Ben Laden, el hombre que amenaza al mundo con una explosión nuclear o un ataque bacteriológico, heredero de una familia cercana al rey de Arabia Saudí, Fahd, habría podido llevar la vida ociosa de un millonario y frecuentar a la juventud dorada de Montecarlo o de Gstaad. Habría podido, desde un lujoso yate anclado en el Mediterráneo, administrar su fortuna e invertir en el sector inmobiliario o en el cine, como tantos otros nababs árabes que se han enriquecido gracias a los petrodólares. Pero Osama Ben Laden no eligió el camino del ocio. Eligió el de la yihad, la guerra santa de los musulmanes contra los infieles, contra Occidente.

A los 20 años de edad, mientras sus iguales malbarataban el dinero de sus padres en las discotecas de Beirut, él se alineaba con los muyahidin (combatiente árabe-musulmán; los que lucharon en Afganistán suelen designarse con el término afgano-árabe) que luchaban contra el Ejército Rojo en Afganistán. Permaneció durante 10 años con la guerrilla.

Cinco millones por su cabeza

Veinte años después, con la fortuna que logró conservar en el transcurso de una azarosa vida entre Pakistán, Afganistán y Sudán, se ha convertido en el enemigo público número uno del mundo occidental, y el FBI ofrece cinco millones de dólares por su cabeza, la mayor suma ofrecida nunca por una sola persona. Desde su guarida secreta en las montañas del Hindu-Kush, en Afganistán, sus fatwas, transmitidas por la poderosa red de la Hermandad Ben Laden, lanzan inquietantes amenazas sobre Occidente por todo el mundo. En nombre de esta hermandad, algunos militantes islamistas ya atentaron contra embajadas estadounidenses en África, el World Trade Center en Nueva York, ramales del metro en París o establecimientos militares estadounidenses en Arabia Saudí. (El 26 de febrero de 1993, una potente carga arrasó tres pisos subterráneos de esta torre, situada en un extremo de Manhattan. El balance fue de seis muertos y más de un millar de heridos. Este atentado terrorista fue el primero que golpeó a Estados Unidos en su suelo. En unas semanas, el FBI identificó a varios de los autores y dirigentes: entre otros, el jeque Omar Abderrahman, imam de una mezquita de Brooklyn, y Ramzi Yúsef, ambos detenidos hoy día en Estados Unidos).

Tensiones exacerbadas

Oculto en el corazón de uno de los polvorines del mundo contemporáneo, el Afganistán controlado por los talibanes, Osama Ben Laden exacerba sin escrúpulos las tensiones que ya existen entre la India y Pakistán, Irán e Irak, o las ex repúblicas soviéticas de esta región de Asia central.

La sombra de Osama Ben Laden planea en todos los puntos donde una importante crisis puede socavar la influencia de Occidente: Kosovo, Filipinas, Londres, París o Brooklyn. Su fraternidad tentacular no tiene fronteras, y sus fieles no son mercenarios interesados, sino idealistas dispuestos a cualquier sacrificio.

Osama el rebelde da a entender que los musulmanes contarían con toda clase de armas para hacer valer sus derechos. Incluso las armas nucleares, químicas o bacteriológicas, prohibidas por todas las convenciones internacionales.

A esta guerra total expuesta en las fatwas de Ben Laden, los occidentales han respondido con otra guerra total, en la que se movilizan medios policiales únicos, como los que permitieron reconstruir los atentados de Nairobi y Dar es Salam, e inculpar a Ben Laden ante un tribunal de Nueva York.

Miembros especializados en la lucha contra armas biológicas de Cores del Sur realizan prácticas cerca de Seúl con tanques de agua
Miembros especializados en la lucha contra armas biológicas de Cores del Sur realizan prácticas cerca de Seúl con tanques de aguaAP

Bombas atómicas de quiero y no puedo

... SEGÚN TRÁNSFUGAS Y ARREPENTIDOS afganos y egipcios, Osama Ben Laden poseería ya numerosas bombas nucleares rudimentarias, acondicionadas en maletas protegidas por un código secreto. ¿Verdad o intoxicación? Pero, con toda lógica, como para la mayoría de las armas nucleares, encenderlas exige varios niveles de autorización y nada prueba que los terroristas dispongan de todas las claves. Si esas maletas son operativas, lo que no está probado -porque los compradores de Osama Ben Laden pudieron ser engañados por estafadores-, los terroristas tendrán la prueba el día que intenten usarlas con todas las consecuencias imaginables si lo logran. En todo caso, el riesgo debe ser tomado en serio. Según otras informaciones, sobre todo de los servicios rusos, Osama Ben Laden habría sufrido un fracaso humillante en su empresa de búsqueda de armas nucleares. En 1993, sus redes habrían intentado conseguir una cabeza de cohete en el mercado negro, pero ante la imposibilidad de encontrar una se habrían dirigido a proveedores ilegales de uranio enriquecido que operaban en las ex repúblicas soviéticas o en países de Asia. El mercado de materia fisionable es casi tan floreciente como el de la droga, aunque las redes y métodos son diferentes. En marzo de 1999, un contrabandista indio fue apresado con las manos en la masa en Bengala con 1.800 kilos de uranio y 350 gramos de heroína. Le habían pagado su salario de 700 dólares una banda de traficantes que intercambiaban heroína producida en Afganistán o Pakistán por uranio 238 proveniente de la mina india de Jadugda, en Bihar. Por desgracia para Osama Ben Laden, y felizmente para sus eventuales víctimas, sus emisarios, poco calificados en física nuclear, no tenían buenos contactos y hasta se habían dejado engañar por traficantes rusos que se presentaron como ingenieros atómicos y compraron en un primer momento uranio no explotable para un arma nuclear y luego desechos presentados como red mercury, un producto radiactivo que se suponía era utilizado en la fabricación de un arma secreta. Parece que los compradores de Osama Ben Laden no son los primeros en dejarse desplumar con el cuento del red mercury; después del desmantelamiento del arsenal nuclear surafricano en las décadas de 1980 y 1990, las existencias de este misterioso red mercury ya habían sido vendidas a precio de oro a algunos ingenuos representantes de intereses iraquíes. Los mismos talibanes estarían en posesión de material fisionable: el 25 de mayo de 1998, uno de sus representantes había mostrado en Kabul ante la prensa un contenedor metálico lleno de una materia pulverulenta presentada como uranio. Según los talibanes, se trataría de almacenamientos enterrados que se remontaban a la presencia soviética en Afganistán. De acuerdo con un informe, transmitido entonces por la Embajada de Francia al Ministerio de Defensa en París, otra botella metálica de la misma naturaleza también habría sido encontrada por los talibanes. Si ese polvo era explotable, nada impedía pensar que Osama Ben Laden no haría ninguna objeción en financiar un proyecto de bomba islámica para sus anfitriones talibanes. Nada permite, pues, pensar que el jefe de la Hermandad Ben Laden ha renunciado definitivamente a comprar o hacer fabricar su bomba A... En junio de 1998, unas filtraciones hicieron saber a los servicios de información occidentales que Osama Ben Laden había hecho contacto con jóvenes investigadores en física nuclear paquistaníes. Información o intoxicación, hoy resulta capital conocer la verdad; Osama Ben Laden tal vez simplemente intenta disuadir a los estadounidenses de atacar de nuevo uno de sus refugios, un ataque que podría provocar un proceso de respuesta terrorista nuclear por parte de los militantes de la Hermandad. Las informaciones en este campo son difíciles de obtener; sin embargo, en abril de 2000, los servicios de seguridad uzbekos descubrieron en la frontera kirguizia un camión que contenía material fisionable. Es verosímil que este cargamento estuviera destinado a Pakistán o a Osama Ben Laden... Desalentados porque carecían de tecnología y no eran competentes, es posible imaginar que los enviados de Osama Ben Laden terminaron por renunciar a fabricar totalmente un arma atómica y se orientaron hacia la fabricación y compra de armas químicas y menos quiméricas. Ben Laden poseería varias diseminadas en escondrijos secretos en Afganistán. Pero tal vez también en otra parte de Asia, Europa y Estados Unidos. Esta información fue objeto de una reunión excepcional de los servicios de seguridad occidentales en diciembre de 1999 y mayo de 2000 en Washington, París y en la sede de la OTAN en Bruselas...

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