Se sacuden las moscas con el rabo
El asunto político de la semana ha tenido visos sainetescos, con el protagonismo estelar de los portavoces partidarios representados en las Cortes Valencianas. Su relato abreviado podría explicitarse en la siguiente escenificación. El síndico socialista, Ximo Puig, propone que se investigue el nombramiento de Jaime García Morey como asesor musical del presidente Eduardo Zaplana, lo que conlleva tácitamente urgar en el embrollo de Gescartera y su escandalosa estela.
Su antagonista, el popular Alejandro Font de Mora, por lo general lúcido y avisado, es sorprendido en una hora baja y acepta el envite, pero condicionándolo a que se escudriñe al mismo tiempo las presuntas presiones del secretario general del PSPV, Joan Ignasi Pla, para la adjudicación de obras públicas a ciertas empresas. Se admitía así, implícitamente, que tanto un episodio como el otro eran expresivos de la financiación irregular de los partidos. Y llegados a este punto, los socialistas echan mano del baúl de los recuerdos y exhuman el lejano caso Naseiro y el capítulo sub judice todavía que le costó la cabeza al consejero Luis Fernando Cartagena, relacionados ambos con la subsistencia de las arcas partidarias.
A todo esto, el dirigente de EU, Joan Ribó, espectador privilegiado de este rifirrafe, anima a las partes confrontadas para que diriman el litigio, ya que de su esclarecimiento únicamente puede decantarse que su formación política, el eterno patito feo y pobre, no toca pelota en estos vaivenes monetarios y de influencias.
Como era de esperar, todo ha quedado en un cruce de amenazas y guiños. La financiación de los partidos es un avispero excesivamente peligroso por su similitud con la caja de Pandora, repleta de culebras en forma de subvenciones y pagos irregulares. Mejor no jugar con fuego, siendo así que todos -menos las huestes de Ribó- podrían salir chamuscados. Y eso, que lo sabe todo el mundo, parece ignorarlo el portavoz del Gobierno de Madrid, Pío Cabanillas, que el viernes pasado aludía a la crisis de los socialistas de Valencia, mentando temerariamente la soga en casa del ahorcado. ¿O creerá este joven que su partido vive y desarrolla espectaculares campañas electorales con el óbolo -suponemos que religiosamente pagado, eso sí- de sus afiliados?
Y dicho esto, resulta, paradójicamente, que del caso Morey como de las presiones de Pla no se desprenden indicios suficientes como para aventurarse en estos lances investigadores. ¿Por qué, pues, estas piruetas al filo de la navaja? A nuestro parecer, porque la legislatura, en su mitad cumplida, se ha vaciado de contenido y los partidos, ayunos de ideas y de proyectos factibles, se sacuden mutuamente las moscas con el rabo sin parar mientes en los riesgos. El Gobierno autonómico ha tascado el freno de las inversiones, obligado como está a una dieta de pan y agua, el molt honorable -hiperactivo de suyo- revela cada día signos más notorios de tedio, y la oposición no dispone todavía del programa alternativo que le están elaborando. Calma chicha, pues.
Digo yo que, sin necesidad de provocar sobresaltos ni orquestar grandes maniobras, el gobierno podría aprovechar el año largo que le queda antes de involucrarse en los próximos comicios. No necesita siquiera exprimir la imaginación: le basta con aplicarse a unas pocas de las asignaturas pendientes. Por ejemplo, llevando a cabo la remodelación prometida del Consell, de la que hay que inferir ventajas para los administrados y, especialmente, en las áreas asistenciales. ¿O se trata de una improvisación, como quedó escrito en su día? Por ejemplo, la ley de ordenación del territorio, de la que a menudo se nos habla y nunca acaban de parir. O la misma reforma del Reglamento de la Cortes a fin de sacudirle el acartonamiento que le aflige.
Ahora bien, si lo que realmente quieren los señores diputados es investigar las sombras de la vida política, lo procedente es que se equipen como para combatir el ántrax y metan sus narices en la licitación y adjudicación de obras públicas. Estos días y desde estas páginas se les ha obsequiado con un repertorio de sugerencias la mar de tentadoras para sus espíritus indagadores. Ya tienen faena. Pero ¿y coraje?
ACADÉMICOS DE ORO
En sintonía con una cualificada mayoría pienso que el Gobierno autonómico metió el remo cuando, en orden a las remuneraciones, homologó los miembros de la Acadèmia Valenciana de la Llengua con los subsecretarios, dotándoles con un sueldo anual superior a los nueve millones. Cierto es que algunas de estas lumbreras se apresuraron a discrepar de tal prodigalidad, optando por las fórmulas comunes en otros foros iguales o similares, como el mismo Consell Valencià de Cultura, donde se abonan dietas y compensaciones. El asunto parece que no se enmienda, lo que no redundaría en prestigiar esa casa, en principio opulenta, y ya veremos si útil.
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