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Reportaje:

Los últimos cacareos de San Pascual

El alcalde de Vila-real manda callar a los gallos de un convento de clarisas de Vila-real porque molestan al vecindario

La apacible y reposada vida de los dos gallos del pequeño patio del convento de clausura de las ocho monjas clarisas de Vila-real, ubicado junto a la Basílica de San Pascual, parece que tiene sus días contados. Estas jactanciosas aves disfrutaban hasta ahora de una idílica existencia rodeadas de un puñado de gallinas, cumpliendo con su función reproductora y proporcionando descendencia y alimento a sus dueñas.

Sin embargo, sus cacareos matutinos, que sirven de despertador natural a las hermanas del claustro, pueden costarles el destierro o incluso la vida porque el alcalde popular de Vila-real, Manuel Vilanova, a instancias de un vecino del municipio, envió hace poco más de un mes un requerimiento firmado de su puño y letra a la madre abadesa a través de un agente de la policía municipal, para que cese de inmediato el canto de los gallos.

Según el negociado remitido por el primer edil, existen en el patio del convento de San Pascual 'uno o más gallos' que con sus 'cacareos repetidos, sobre todo al amanecer, perturban el normal descanso de los vecinos, sobre todo de los habitantes de los inmuebles más cercanos, persistiendo las citadas molestias durante todo el día'. Manuel Vilanova utiliza para hacer cumplir el requerimiento el artículo 13 del Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas de 1961, que compara el patio de las clarisas con una explotación ganadera al instituir que 'queda terminantemente prohibido en lo sucesivo el establecimiento de vaquerías, establos, cuadras y corrales de ganado y aves dentro del núcleo urbano de las localidades de más de 10.000 habitantes'.

Así, el patio y los dos gallos de San Pascual de las clarisas son considerados por Vilanova como una ganadería para poder aplicar esta ordenanza, que es la única en el municipio con suficiente poder coercitivo como para prohibir de forma tajante el cacareo de los gallos. Si en vez de ser juzgadas como una explotación, las aves hubiesen sido vistas como animales de compañía, el procedimiento no habría sido tan expeditivo y riguroso, sino que todo habría quedado en una advertencia verbal, reiterada en caso de incumplimiento, sin apercibimientos de sanción.

El alcalde de Vila-real exige en consecuencia a la madre abadesa con este escrito que 'a la brevedad posible', adopte las 'medidas necesarias para subsanar las molestias ocasionadas'. Al respecto, una de las monjas de clausura declaró ayer que la denuncia 'ha sido formulada por un único vecino que no es representativo del resto de la comunidad'. La religiosa, que no quiso ofrecer su nombre, aseguró que 'nunca nadie se había quejado' ante las clarisas, por los cantos matinales de los gallos.

Manuel Vilanova no ha querido ofrecer ninguna valoración posterior sobre el auto municipal, pero su decisión sí que ha sido objeto de crítica desde la oposición socialista. La portavoz de este grupo político en el Ayuntamiento, Ana Soler, ha calificado de 'alucinante y ridícula' la postura del alcalde del PP, que tenía 'otros métodos igual de persuasivos pero mucho más correctos para evitar las presuntas incomodidades producidas por los gallos'. Para Soler hubiera sido 'mucho más sencillo y menos disparatado' telefonear 'personalmente' a la madre abadesa para comunicar el malestar vecinal que 'enviar un policía a unas monjas de clausura con la amenaza de un auto que en caso de incumplimiento puede acarrear una sanción económica'.

Además, la portavoz socialista censura que el alcalde haya comparado la posesión de 'dos pollos y cuatro gallinas en el patio de un convento' con una actividad ganadera remunerada para poder 'ampararse en una ordenanza de hace 40 años con la que exigir el silencio de los gallos', cuando 'lo más lógico' hubiera sido considerarlos como 'animales domésticos' y emplear entonces el procedimiento habitual, en el que los funcionarios municipales 'visitan a los vecinos y, verbalmente, les instan a resolver el problema'.

No obstante, esta reflexión no ha sido tenida en cuenta por el primer edil de la Corporación que se mantiene firme en su determinación de acabar con los cantos de los dos gallos de la basílica, que se ven reflejados en el prolijo refranero español. Afirma la antología popular que 'por la boca muere el pez'. En Vila-real, los gallos de San Pascual también.

Aves en el corral de las monjas clarisas de Vila-real.
Aves en el corral de las monjas clarisas de Vila-real.ÀNGEL SÁNCHEZ

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