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Reportaje:EL ESPAÑOL, UNA LENGUA DIVERSA

El español e Internet

La red es el nuevo espacio a conquistar. Y se requieren tanto buenos instrumentos como usuarios educados.Éste es el nuevo reto de los gobiernos hispanohablantes.

Cuando nos encontramos en el cruce entre una lengua y una red de comunicación surgen enseguida cosas muy curiosas... algo lógico, teniendo en cuenta que estamos ante dos entes francamente extraños. Empecemos por la lengua: todos nos encontramos sabiendo al menos una, la usamos sin darnos cuenta (pero intente usted aprender una nueva...), y no la echamos en falta hasta que no nos vemos fuera de ella...

La pujanza y la riqueza cultural del español pueden encontrarse con un peaje de facto y un corsé para su desarrollo en Internet

Respecto a Internet, las cosas tampoco están muy claras... No es exactamente un medio de comunicación (pues contiene en sí muchos medios: periódicos, revistas, y cosas nuevas como foros, chats...). ¿Sería más bien un canal, como el correo o el teléfono? Parece que no, porque no aparecen noticias en los periódicos que digan: 'Los terroristas se comunicaban por carta'.

¿Y la unión de la lengua y la red? Internet utiliza la lengua de manera central. Sí: por ella circulan centenares de miles de piezas musicales en MP3 e innumerables archivos de imágenes, de todos los tipos. Pero su contenido lingüístico, básicamente en forma de textos, es muy grande. Eso significa, ni más ni menos, que en la red coexisten sin mezclarse conjuntos heterogéneos en distintas lenguas. Es lo que ocurre también en el mercado global del libro, el de la prensa o el de la radiotelevisión, pero mientras que en estos casos (y grosso modo) cada público está expuesto al subconjunto que está en su propia lengua, en la World Wide Web todos están accesibles para todos.

¿Estaríamos hablando, pues, de una auténtica competencia entre materiales multilingües por acceder al público? Claramente, no. Como ocurre en la vida real (de la que la red es sólo un trasunto), existen muchísimas personas que sólo manejan a la perfección su lengua materna, hay muchas menos con un dominio pasivo de la lengua mayoritaria (o sea, el inglés), y sólo un puñado con buen dominio de varios idiomas. Son las élites técnicas, científicas, económicas, ... las que acceden a páginas web en ciertas lenguas. Pero la mayoría de las personas sólo tienen contacto con materiales en su lengua.

¿Significará algo, entonces, en cuanto a la red, la comunidad de hablantes de español que se extiende entre América y España? Tal vez menos de lo que se piensa. Si algo nos está enseñando la acumulación de experiencias de la red es que poder acceder no es igual a acceder de hecho. Los españoles usan webs y servicios españoles para relacionarse, informarse o divertirse, igual que los mexicanos visitan sobre todo sitios de México, etcétera. ¡Ah!, y todos los hispanohablantes que se lo pueden permitir visitan sitios norteamericanos, igual que hacen los franceses o los japoneses. ¿Por qué? Porque en Estados Unidos hay mucha más variedad de sitios, de instituciones o de particulares (empezaron antes, y cuentan con cosas que fomentan la creación, como la verdadera tarifa plana, ¿recuerdan?); porque son portadores de las novedades científico-técnicas que se gestan en su sociedad, y porque usan una lingua franca que muchos entienden.

Por estas razones, el inglés es dominante en la red, y va a seguir siéndolo, pero, en comparación con él, ¿hay poco o mucho español en Internet? ¿Y francés o alemán? Lo primero que hay que advertir es que es extremadamente difícil ver qué cantidad de materiales en una cierta lengua hay en la red.

Pero a continuación tenemos derecho a pensar que el criterio cuantitativo no sirve de gran cosa: ni el número de páginas ni el de servidores ni el de usuarios de la red que pertenecen a una lengua indica de por sí nada. Hace pocos meses se divulgaba, por ejemplo, que los navegantes españoles destacan por el número de sus visitas a sitios pornográficos... Parece una obviedad, pero conviene recalcarlo: no es cuántos materiales, o visitas, ordenadores u horas de acceso haya en el interior de una lengua, sino para qué sirven, qué función cumplen. Y saberlo requiere un buen conjunto de estudios e investigaciones que apenas si se han iniciado.

Reparemos, por ejemplo, en que para tener un panorama completo también se debería estudiar la influencia de la cultura hispanohablante en sitios de otras lenguas. El número de alusiones a nuestros artistas, científicos o escritores dentro de la red no-española podría ser una buena medida de su peso. Curiosamente, los procedimientos para evaluar esta influencia vienen, desde hace años, de una pequeña ONG dominicana, Funredes. Sí: nuestra rica y extensa lengua aún no se ha dotado de los instrumentos que harían posible saber mejor qué pasa con ella en Internet.

Mientras tanto, sabemos algunas cosas: es fundamental crear sitios de calidad en español. Una de las vías es la digitalización de nuestro patrimonio cultural. Pero paralelamente hace falta educar a los usuarios potenciales (estudiantes, profesores, amantes de nuestra cultura...). Y los usuarios se educan sobre todo en contacto con la red, y mediante esfuerzos de creatividad en la presentación y el uso de esos materiales. Podemos tener digitalizadas nuestra mejor literatura y arte, pero un público mal servido por operadores poco escrupulosos tendrá un acceso deficiente a ella, y unos usuarios poco formados podrán sacarle poco provecho.

¿Cuál es el reto más inmediato que nos encontramos con el español y la red? El futuro de Internet depende de un conjunto de sistemas automáticos: de traducción -para ir salvando la barrera entre lenguas-, de acceso al sentido de los textos -para perfeccionar las búsquedas y el acceso a la información- y de uso de la lengua natural -para volver a la mejor interfaz posible: la palabra-. Estos sistemas serán cada vez más necesarios, a medida que aumente la variedad y la miniaturización de los dispositivos de acceso (en un teléfono móvil o en una agenda electrónica, ¿qué es más fácil, pulsar un conjunto de teclas, o decir lo que uno quiere encontrar?).

Pero crear estos sistemas que entiendan el español, que lo traduzcan, o que reconozcan las palabras que un hablante pronuncia en voz alta es una tarea compleja y cara. Que el español tenga un puesto en una World Wide Web futura, abierta, translingüística y eficaz depende de que existan las tecnologías de la lengua que la hagan posible. Y esas tecnologías serán o bien un conjunto abierto, perfeccionable por distintos agentes sociales de España o del mundo hispanohablante, o bien constituirán un servicio que nos venda -y caro- un pequeño grupo de grandes empresas.

Creo que la pujanza y la riqueza cultural del español pueden encontrarse con un peaje de facto y un corsé para su desarrollo en Internet. Si no cambian las políticas que España mantiene en investigación y difusión de las tecnologías lingüísticas del español, acabaremos pagando por usar nuestra lengua en las redes...

José Antonio Millán es autor de Internet y el español (Fundación Retevisión, 2001).

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