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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Niño o niña

La decisión de la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva (SAMR) de considerar éticamente aceptable en algunos casos la elección del sexo de los hijos ha vuelto a remover los prejuicios y las naturales aprensiones que suscita cualquier cambio en comportamientos ancestrales del ser humano. La importancia de esta decisión estriba en que la SAMR -la institución americana que fija las pautas éticas a las clínicas de reproducción asistida en EE UU- se había pronunciado en sentido contrario en 1999. Como es lógico, esta toma de posición no dejará de influir en las orientaciones éticas de la biomedicina en otros países.

Desde hace una década, la selección genética de embriones obtenidos por fecundación in vitro es una práctica habitual, pero se ha venido utilizando para evitar enfermedades hereditarias al embrión -fines terapéuticos-, descartándose el uso de esas técnicas para mejorar sus propiedades o para elegir el sexo. En España, como en la mayoría de los países desarrollados, la ley prohíbe el uso no estrictamente terapéutico de las técnicas de reproducción asistida, lo que no impidió que un juez de Mataró autorizase hace 10 años a una madre de cinco hijos varones a decidir que el sexto fuera hembra. El juez fundamentó su decisión en motivos terapéuticos aplicados a la madre -su síndrome depresivo-ansioso-, pero el Tribunal Supremo desautorizó la operación. En EE UU, una pareja de Colorado concibió hace dos años, mediante reproducción asistida, un bebé sano con una composición genética óptima para servir como donante a su hermana, nacida con una anemia mortal.

La postura prohibicionista sobre la selección del sexo tiende a preservar el bien social del equilibrio demográfico. Pero es dudoso que este equilibrio se rompa por decisiones que deben presumirse razonables, y no caprichosas, que afectan a casos concretos y que se producen en el ámbito del grupo familiar. Más bien estos casos buscan un efecto reequilibrador en el seno de las familias que tienen varios miembros del mismo sexo. El riesgo de desequilibrio demográfico existiría realmente si las nuevas tecnologías genéticas sirvieran de soporte a políticas globales impulsadas desde el poder. Desde el punto de vista ético e incluso legal habría que establecer una nítida separación entre el aprovechamiento de estas tecnologías para solucionar problemas de ámbito personal y su desvío hacia objetivos de dominación social o de beneficio económico.

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