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Columna
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Grandes beneficios

Cada vez que a doña Consuelo Ciscar se le ocurre disparar un castillo de fuegos artificiales -algo que últimamente sucede con frecuencia- a los valencianos nos cuesta el antojo cientos de millones de pesetas. Y, además, estamos obligados a aplaudir. Si alguien formula una crítica por considerar desmedido el coste de la fiesta, la subsecretaria de Promoción Cultural la acallará de inmediato argumentando que el proyecto supone un 'gran beneficio para la Comunidad'. No hay acción que nuestras autoridades emprendan que no haya de suponer un gran beneficio para la Comunidad. Y así, ¿quién será el mal valenciano que se atreva a discrepar de unos gobernantes tan excepcionales?

Izquierda Unida ha pedido que el consejero de Cultura acuda a las Cortes para explicar el dispendio de Las Troyanas. Cuatrocientos millones consumidos en el montaje de una obra de teatro, deberían merecer, efectivamente, alguna explicación. Pero, suponiendo que nuestras Cortes tuvieran alguna utilidad más allá de la meramente formal -ya se ha encargado el Gobierno de vaciarlas de contenido-, no sé yo lo que Manuel Tarancón habría de aclarar en ellas. El consejero no deja de ser un convidado de piedra en estos espectáculos que organiza la señora Ciscar. Y las piedras, que uno sepa, no hablan. Todo cuanto podríamos oír en las Cortes sería, pues, un discurso pronunciado con la voz del consejero donde se afirmaría, naturalmente, que el montaje de Las Troyanas ha supuesto un gran beneficio para la Comunidad.

No sé si Las Troyanas rendirán, algún día, esos grandes dividendos que nos anuncian sus promotores. De momento, con quien han sido pródigas es con Irene Papas. La griega se ha comido ella sola a Las Troyanas. Y ello merced a la empresa que contrató para difundir la obra en el extranjero, cuya minuta hemos pagado. Una agencia italiana -¿por qué tiene uno la impresión de que los italianos nos tienen tomada la medida, verdad, señor Settembrini?- se encargó del asunto y la Papas resultó, como era previsible, la gran protagonista de las informaciones.

¿Tiene sentido que una Comunidad, donde el teatro sobrevive con dificultades, gaste 400 millones en el montaje de una obra? ¿Alguien podría explicar, con un punto de sensatez y argumentos consistentes, por qué Las Troyanas reciben más dinero, en unos días, que todos los grupos teatrales de la Comunidad en un año? Y conste que formulo estas preguntas con la mejor de las intenciones. Nada desearía más que escuchar unas respuestas medianamente razonables para las mismas. Unas respuestas que me convencieran del acierto de programar esta representación.

Si doña Consuelo Ciscar desempeñase la subsecretaría de Propaganda, me cuidaría yo de expresar cualquier objeción a su trabajo. Al contrario, me parecería admirable. Pero, mientras esté al frente de Promoción Cultural, habrá que recordar las recomendaciones que el Consell Valencià de Cultura ha hecho a su Gobierno. Y, también -si no se considera de mal gusto y fuera de lugar- los bajos índices de lectura que presenta nuestra Comunidad. ¡Ahí sí que podría hacerse una magnífica promoción cultural! ¡Y con beneficios asegurados!

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