Un gran fresco esperpéntico de la España negra
Manuel Gutiérrez Aragón construye en Visionarios un oscuro asunto ocurrido durante la II República en la aldea guipuzcoana de Ezkioga, en la comarca del Goierri. Es el filme un inteligente encadenamiento de los hechos que rodearon a la trama política que engulló y manipuló a unas apariciones de la Virgen a gentes de esa aldea, cuando ya emergían los tentáculos civiles de la sublevación militar fascista de 1936, que utilizaron a esos visionarios hasta que, ganada su guerra, los arrojaron como despojos al pudridero de un manicomio.
La película tiene un poderoso arranque sintético, en el que Gutiérrez Aragón nos regala otro golpe de su inabarcable sabiduría cinematográfica y un nuevo soplo de su conocimiento, siempre embarcado en el vuelo de la ironía, de los comportamientos oscuros. Y el filme crea una aventura narrativa de altos vuelos, un vigoroso retablo de estirpe esperpéntica que permite a Gutiérrez Aragón y algunos intérpretes -sobre todo Karra Elejalde, que nos da una recreación fascinante de la figura del célebre cura jesuita Laburu, que estuvo metido en las bambalinas del negocio- arrancar de aquel suceso un espejo cóncavo de bordes socarrones, en el que entrevemos un magnífico retrato lúgubre de la España cerrada y sacristana, aún viva.
VISIONARIOS
Director: Manuel Gutiérrez Aragón.Intérpretes: Ingrid Rubio, Eduardo Noriega, Karra Elejalde, Emma Suárez, Fernando Fernán Gómez. Género: drama, España, 2001. Duración: 110 minutos.
El relato cautiva, pero la desaparición de la apasionante figura del cura Laburu en la antesala del desenlace de la película es mal digerida por el ritmo interior de ésta, que pierde fuerza allí donde más poder de captura necesitaba. Y el final de este gran filme, aunque traza con maestría el último escalón del itinerario de aquel fascinante desastre, no está a la altura de lo que su desarrollo promete y pierde algo de su garra inicial.
Babelia
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