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LA CRÓNICA
Columna
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Vicente Rojo, en el jardín

Vicente Rojo nació en Barcelona en 1932, pero a él le gusta decir que nació en México en 1949. Los primeros 17 años de su vida fueron años de guerra y de posguerra, años para olvidar. 'Mi padre era comunista, hermano del general Rojo, y se exilió a México en 1939', relata con una calma ganada gracias a la perspectiva de la distancia y de los años. 'Mi familia quedó en una situación difícil. Las cartas de mi padre desde México tardaban seis meses y nos llegaban abiertas y censuradas. Era muy duro. Fueron 3 años de guerra y 10 pavorosos años de posguerra. Recuerdo aterrado aquella Barcelona como una ciudad gris, sin luz. Viví 17 años asustado. Acabada la II Guerra Mundial, en 1945, mi padre nos empezó a reclamar. En 1947, por fin, consiguió que fueran a vivir a México un hijo y a una hija. Dos años después, mi madre y yo nos reunimos con él. Fuimos en una especie de avión lechero que paraba en todas partes; tardamos 36 horas en llegar allí. Además de la alegría de reunirme con mi padre, el país me deslumbró de inmediato, y todavía lo sigue haciendo. Por eso siempre digo que yo nací en México en 1949'.

Vicente Rojo expone en Barcelona diversas pinturas sobre jardines. En los sesenta realizó como ilustrador la cubierta de 'Cien años de soledad'

Aunque su residencia sigue estando en México, su país del alma, Vicente Rojo es un pintor cotizado que expone a menudo a Barcelona. Ahora ha inaugurado una exposición en los nuevos y espaciosos locales de la Galería Artur Ramon, en el número 10 de la calle de la Palla. 'Me cuesta creer', confiesa con una sonrisa, 'que la Barcelona alegre y cosmopolita de ahora es la misma ciudad gris que yo conocí de niño'.

Una vez en México, traumatizado por la experiencia escolar de Barcelona ('me daba terror salir a la pizarra'), el renacido Vicente Rojo prefirió ponerse a trabajar y lo hizo como aprendiz de un diseñador gráfico. 'Se llamaba Miguel Prieto, era un refugiado político manchego y fue como mi segundo padre', recuerda. 'Con él aprendí diseño gráfico, que es algo que siempre me ha gustado. También empecé a pintar por mi cuenta y no me fue fácil encontrar mi estilo, pero siempre tuve el apoyo del diseño gráfico, que me permitía tener los pies en el suelo. La pintura la veía como algo extraño, algo que no sabía qué función cumplía, mientras que el diseño me daba la base para sentirme culturalmente útil'.

En los años sesenta, Vicente Rojo entabló amistad con un joven escritor colombiano recién llegado a México: Gabriel García Márquez. 'Conocí a Vicente Rojo', escribió García Márquez para el catálogo de una exposición de Rojo en Barcelona, en 1999, 'cuando ambos creíamos ser desdichados. Sólo que a él se le notaba más. Era el México mítico de los años sesenta, donde había que trabajar mucho para medio vivir, y si no nos quejábamos de la pobreza era porque no conocíamos nada mejor'. Unos años después, el escritor le pidió a Rojo que ilustrara la portada de una novela que acababa de escribir: Cien años de soledad. 'La primera actividad pública de García Márquez en México fue asistir a una exposición mía, a la que llegó a través de Álvaro Mutis', recuerda Rojo. 'Había publicado poco y todavía no era famoso. Nos hicimos amigos. Cuando me envió el manuscrito de Cien años de soledad para que hiciera la portada me di cuenta de que me había metido en un lío. El libro era de una riqueza tal que no sabía por dónde ir. Al final me inspiré en elementos populares y la portada fue muy representativa durante años'. La ilustración de Rojo (azul sobre fondo blanco), sin embargo, no llegó a tiempo para la primera edición. 'Debió de detenerse en Macondo', sonríe, 'para que la aprobaran'.

Como muestra de que Vicente Rojo es un hombre comprometido con su tiempo, un artista que sabe conectar con distintas generaciones, suya es también la ilustración del último libro del mexicano Juan Villoro, Efectos personales, que acaba de publicar Anagrama. Pero, más allá de los libros, Vicente Rojo es famoso por una pintura en la que México ha desempeñado y desempeña un gran papel. 'Me deslumbró el país al llegar en 1949 y me sigue deslumbrando', insiste. 'Hay en él un poderosísimo arte popular y en los años cincuenta la Escuela Mexicana tenía una presencia muy importante'.

'En 1964 empecé a pintar por series a base de formas geométricas elementales', explica Vicente Rojo. 'Hice las series tituladas Señales, Negaciones, Recuerdos, México bajo la lluvia, Escenarios... Ahora sigo con Escenarios, que es un título amplio que me da para mucho. Dentro de él he hecho subseries como Pirámides, Volcanes, Códices, Estelas, Paseo de San Juan, Escenarios junto al mar... y ahora presento en la Galería Artur Ramon la exposición 35 x 35 x 35. Son 35 cuadros de formato 35 x 35, con el jardín como tema'.

Vicente Rojo muestra los cuadros expuestos. Son jardines urbanos, secretos, abiertos..., todos del mismo formato. Cuenta que parten de imágenes reales que conserva en la memoria, aunque le gusta reproducirlos integrados en formas geométricas. 'Cuando me pregunta un joven, siempre le digo que la mejor inspiración para pintar es mirar a tu alrededor', afirma convencido. 'Las figuras geométricas están ahí, son las formas básicas que sostienen la vida. Sin ellas no se puede explicar ni una mesa, ni una silla ni un coche. Permiten una creatividad enorme. En estos jardines que pinto me atrae la idea de crear elementos vegetales, pero con una estructura como de piedra'. Cuando le comento que su interés por la geometría y la arquitectura puede interpretarse como una ansia de ordenar el mundo, responde con una sonrisa: 'Sí, o de desordenarlo. Estas pinturas son como un juego entre el orden y el desorden'.

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