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Reportaje:

El chaflán mejor resuelto de todo Madrid

El Colegio de Arquitectos distingue en el Día Mundial de la Arquitectura un edificio de Miguel Fisac

Hoy, Día Mundial de la Arquitectura, el Colegio de Arquitectos quiere distinguir por su entidad un edificio silencioso y bello. Muchos madrileños lo conocen por fuera, pero muy pocos saben lo que este inmueble alberga dentro. Es una buena ocasión para visitarlo. Se trata del Instituto de Investigaciones Biológicas, obra de Miguel Fisac, situado en el barrio de El Viso (distrito de Chamberí). En su seno trabajan 400 personas, científicos en su mayor parte.

El Colegio de Arquitectos celebrará esta jornada, instituida por la Unesco, con la apertura al público de más de una veintena de edificios emblemáticos de la capital. Durante todo el día podrán ser visitados, entre otros, construcciones como el palacio de Longoria -que alberga la sede de la Sociedad General de Autores y Editores, construido en 1902- o la Bolsa de Comercio de Madrid (1886-1893), del arquitecto Enrique María Repullés. O edificaciones más modernas, como la torre de 30 plantas que acoge al BBVA, en el paseo de la Castellana, construido entre 1978-81 sobre un proyecto de 1971 del arquitecto Francisco Javier Saez de Oiza.

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Joyas de piedra y ladrillo

La sede del Instituto de Investigaciones Biológicas, que hoy será distinguida, tiene por fuera una figura en bronce sentada en el borde de un estanque, que sujeta un muro con su mano derecha. El muro, rematado por un arengario a ocho plantas de altura, es el de un chaflán magistralmente resuelto por uno de los arquitectos más importantes que en Madrid han dejado su impronta: Miguel Fisac. Es autor, entre otras construcciones, del edificio de La Pagoda, en la carretera de Barajas, demolido en 1999 por la desidia municipal.

Por fuera, la planta del Instituto forma una pinza abierta que se despliega sobre las calles de Velázquez y de Joaquín Costa. El arquitecto aplicó aquí un giro innovador en su obra, anteriormente plasmada en la cercana iglesia del Espíritu Santo y en un edificio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

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La construcción hoy premiada fue precisamente concebida como sede científica. Corría el año 1951 y Fisac ya había puesto a prueba su formación clásica. El arquitecto realiza poco antes un viaje a Escandinavia. Allí conoce a fondo la obra de Erik Gunnar Asplund y la del finlandés Alvar Aalto. Fisac retorna a Madrid y decide introducir en su arquitectura innovaciones que los académicos denominan organicistas. 'No sólo resuelve espléndidamente aquí ese chaflán de las calles de Joaquín Costa con Velázquez', explica Javier G. Mosteiro, responsable de la Comisión de Cultura del Colegio de Arquitectos de Madrid, 'sino que además conforma una ciudad que crece'.

Madrid despuntaba por este vértice del norte, cercano a la plaza de la República Argentina. Y el vector por donde Madrid crecía lo hincó Fisac allí de manera maestra. El incipiente desarrollo español necesitaba un centro para la investigación biológica y, a la sazón, se decidió albergar juntos el Instituto de Inmunología Jaime Ferrán y el Ramón y Cajal, de Histología, la ciencia que estudia los tejidos animales.

Pocos madrileños saben que, desde hace 50 años, este edificio aloja miles de animales con los cuales se hacen investigaciones. 'Tenemos 2.000 ejemplares de ratones, hámsteres y conejos', explica el biólogo Manuel Moreno, responsable del Animalario del Instituto. Un director de este mismo departamento fue, en la ficción, protagonista de una novela del llorado novelista Luis Martín Santos.

Fisac optó por dotar a su edificio de un mobiliario muchos de cuyos elementos aún subsisten. De entre las agresiones que las obras arquitectónicas suelen sufrir, el Instituto presenta una evidente: el jardín interior que contuvo la Fuente de los Ratones, monumento levantado a los protagonistas de la investigación biológica, fue desmantelado; en su subsuelo se construyó un almacén para maquinaria pesada y otro espacio, singular, para la biblioteca, 'la más importante de España', según asegura el director del centro, Juan Rodríguez Verger. 'Cuenta con el legado de Gregorio Marañón', explica. Es éste un patrimonio de varios centenares de libros, biografías y monografías que el médico y humanista legó y que los anaqueles de una pequeña salita exhiben con orgullo.

El edificio de Fisac, por dentro, muestra la vetustez de un continuo uso, mientras frigoríficos caseros esconden cultivos vegetales por doquier. Pero aún alardea de destellos interiores, como el que desprenden sus escaleras, de peldaños en voladizo y sabor nórdico. Por fuera, ladrillos goterones, de color anaranjado, así como unos soportes en forma de trípodes invertidos (hormigón revestido de piedra), presentan la vitalidad de lo que siempre es actual: lo bello.

Quedan unos meses para el traslado del Instituto a un nuevo edificio ideado por el arquitecto Antonio Fernández Alba en la Universidad Complutense. Se desconoce el uso que el edificio de Fisac tendrá luego. ¿Sede administrativa quizá? Cualquiera que sea su destino, conservará el vigor de lo que ha sido ideado, construido y habitado por el talento.

Chaflán de la sede del Instituto de Investigaciones Biológicas.
Chaflán de la sede del Instituto de Investigaciones Biológicas.CLAUDIO ÁLVAREZ

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