54.000 horas con un cincel

Lo suyo fue una afición tardía, quizá algo casual. Diego Lozano, conocido como el padre Sifón, un jubilado de 69 años, descubrió hace menos de dos décadas sus aptitudes para el arte de esculpir monumentos. Desde entonces lleva 54.000 horas -el equivalente a seis años ininterrumpidos de trabajo- sin separarse del cincel y la piedra de Vidaixa (Lleida) y el mármol de Macael (Almería), sus dos principales materias primas. El resultado de esta labor paciente ha sido la réplica de 15 de los monumentos más significativos de su ciudad natal, Baeza (Jaén), que exhibe con orgullo en su taller-museo por el que cada año desfilan más de 7.000 turistas. Entre sus visitantes ilustres, como atestigua un cuadro colgado en la pared, está la Reina, que también quedó impresionada por sus obras de arte.

El padre Sifón debe su apelativo al que fuera obispo de Jaén, Miguel Peinado, que se lo puso por su condición de fabricante y vendedor de sifones y gaseosas, una actividad que heredó de sus antepasados y que aún hoy conserva en la trastienda de su taller. 'Esta es una máquina para sifones de bola que le costó a mi abuela 25 pesetas en el año 1835', dice Diego señalando los viejos artilugios con los que aún fabrica -'sólo para mis compromisos', aclara- sus gaseosas de agua carbonatada y aroma de limón. En la pared del almacén aún puede leerse su propio lema comercial: 'Si quieres vivir fuerte y sano, bebe gaseosas Lozano'.

Fue, precisamente, repartiendo sifones por las calles de Baeza cuando encontró una piedra franca caliza en los restos de una obra y, ni corto ni perezoso, decidió embarcarse en la construcción de la réplica de la famosa Custodia de Baeza. 'Al principio se cachondeaban de mí y me preguntaban que cómo llevaba el cohete, pero la risa es del último que se ríe', evoca Lozano, que empleó 4.200 horas de trabajo repartidas en seis horas al día durante dos años.

Su enorme religiosidad le lleva a manifestar que su virtuosismo obedece a un 'don de Dios'. Y eso que debe recurrir a tres pares de gafas para combatir las 18 dioptrías con las que acusa sus muchas horas de máxima atención visual sobre esculturas en miniatura. 'Para esto no hay maestros', asegura el padre Sifón mientras esculpe su último gran reto, la reproducción de la iglesia de la Concepción, de la que aún le quedan 15 meses de trabajo.

Lozano ha recibido muchas ofertas para exponer su obra en varios museos. Siempre lo ha rechazado, como también el ofrecimiento que tuvo por comprarle su legado artístico. 'Llegaron a pagarme a 2.000 pesetas la hora, lo que equivaldría a 108 millones por las 54.000 horas de trabajo que llevo, pero yo no vendo nada', asegura este artesano del cincel y el puntero, que hasta ha tenido tiempo para esculpir con mármol de Macael el árbol genealógico de su familia. En las paredes de su taller puede leerse la que es su principal filosofía de la vida: 'Uno se hace un talento en el silencio y un carácter en el torbellino del tiempo'.