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Columna
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Sacamuelas

La política, en muchas ocasiones, se impregna de un hedor insoportable, circula por las cloacas y se reviste con ropajes cutres. Cuando esto sucede, el ejercicio noble de la política se convierte en un lodazal del que huyen los ciudadanos como si se tratara de la peste. El político, no todos, claro está, es capaz de decir tal cúmulo de sandeces en defensa de sus posiciones que no extraña que la ciudadanía este cada vez más alejada y llena de desencanto. Esto no es nada nuevo, pero en los últimos tiempos se alcanzan cotas de verborrea incontenible que nos lleva a una dinámica que nos ahoga.

Conforme avanza la investigación política y penal del caso Gescartera se entiende cada vez menos, por si alguien tuviera alguna duda, del monumento a la memez de quienes pretendían involucrar al presidente andaluz, Manuel Chaves, en el chiringuito financiero. Menos aún se entiende que para oponerse al acuerdo Chaves e Ibarra para que Canal Sur se pueda ver en la comunidad extremeña se recurra a elaborar un sesgado vídeo con cortes de programas y se le envíe a Zapatero, como si en comunidades gobernadas por el PP, léase la valenciana o la gallega, no se emitieran programas que llenan de rubor y vergüenza. Lo cierto es que se veta un convenio entre dos autonomías, la primera vez que sucede en la historia de la democracia. O que la presidenta del PP en Cádiz acuse a Felipe González de haber pactado con Jesús Gil. Un día se caerá el Giraldillo y siempre tendremos un González a quien echarle la culpa.

No extraña, por ejemplo, que el fiscal general, Jesús Cardenal, rechace que Anticorrupción investigue el robo de sumarios en los juzgados de Marbella porque ya sabemos que Cardenal está para eso.

Son algunos ejemplos, pero la tendencia es ir a más. Las estrategias futuras van a pasar por más descalificaciones, más comisiones de investigación, más verdades a medias y, ya puestos, a reescribir la historia. No hay día sin sobresalto y el Parlamento andaluz, a este paso, se convertirá en un zoco árabe donde primarán los encantadores de serpientes y sacamuelas, más que la sensatez y el trabajo bien hecho.

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