La neutralidad de los ayatolás
El axioma que sostiene que el enemigo de mi enemigo es mi amigo es una regla de supervivencia en Oriente Próximo y Asia central. Así que EE UU sondea cuál será la reacción de Irán ante una operación militar contra Bin Laden y los talibán. Conseguir la neutralidad de la República teocrática iraní no parece una misión imposible. Pero sí lo es incluirla como socio activo en la coalición contra los terroristas del 11 de septiembre.
EE UU está agradablemente sorprendido por la condena iraní de los atentados en Nueva York y Washington. Fue rápida, dura y sin paliativos. Mohamed Jatamí, el presidente reformista, la reiteró el sábado al apoyar 'la voluntad internacional de combatir el terrorismo, basada en el principio de que los pueblos y las naciones tienen derecho a vivir con seguridad en sus territorios'. El fútbol, que ya auspició un acercamiento en los últimos años de Bill Clinton, también ha servido esta vez para enviar mensajes. Unos 60.000 espectadores guardaron un minuto de silencio en el estadio Azadi antes del comienzo del partido Irán-Bahrein, clasificatorio para la Copa del Mundo.
El Irán shií de los ayatolás odia al régimen suní de los talibán, al que considera una 'desfiguración' del islam. Hace tres años, Teherán estuvo a punto de entrar en guerra con los talibán, cuando éstos masacraron a los habitantes shiíes de la ciudad afgana de Mazar Sharif y mataron a nueve diplomáticos iraníes. E Irán lleva muy mal la existencia de 1,5 millones de refugiados afganos en su suelo, que acentúan sus problemas sociales.
Pero Jatamí no tiene las manos libres. Teherán es una amalgama de facciones rivales, y las más radicales ya han manifestado que no quieren reconciliarse con EE UU sobre la piel de los musulmanes afganos. Prestigiosos ayatolás como Makarem Shirazi han señalado que Irán no debería 'cruzarse de brazos ante un ataque a un país musulmán'. La fórmula de compromiso encontrada por Jatamí es pedir que cualquier operación internacional contra los terroristas del 11 de septiembre se haga bajo la bandera de Naciones Unidas.
Tampoco es unánime en Washington el deseo de apertura a Irán. Algunos comparten la opinión europea de que es un país demasiado viejo, grande, rico y estratégicamente situado como para mantenerlo demasiado tiempo en situación de paria. Pero muchos en el Gobierno y el Congreso recuerdan que Irán sigue siendo el padrino de Hezbolá, que hizo volar la Embajada de EE UU y el cuartel general de los marines en Beirut y hoy sigue combatiendo ferozmente a Israel.
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