El Depor resucita el mito de Riazor
Dos goles en los últimos cinco minutos hacen sucumbir al Manchester, que quiso vivir de las rentas del tanto de Scholes
Otra vez la épica, lo irreal, lo inesperado. De nuevo caminando sobre el alambre, con el abismo de una posible eliminación europea emergiendo bajo sus pies, el Deportivo resucitó el mito de Riazor y, en cinco minutos delirantes, halló dos goles y rescató un choque que parecía definitivamente perdido.
DEPORTIVO 2| MANCHESTER 1
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, Donato, Naybet, Romero; Emerson (Valerón, m.46), Mauro Silva; Makaay (pandiani, m.60), Sergio (Scaloni, m.60), Fran; y Diego Tristán. Manchester United: Barthez; Gary Neville, Blanc, Johnsen, Irwin; Keane, Verón; Beckham (Cole, m.90), Scholes, Giggs; y Van Nistelrooy (Solsjkaer, m.90). Goles: 0-1, M. 39. Donato pierde un balón en la posición de lateral derecho, Naybet no logra despejar el centro ante Van Nistelrooy, el holandés cede a Scholes y éste marca con un gran tiro por la escuadra. 1-1, M. 85. Vaselina de Valerón al interior del área donde recoge Pandiani y bate a Barthez de tiro cruzado. 2-1, M. 89. Centro de Valerón, que convierte Naybet en el interior del área. Árbitro: Stefano Braschi, italiano. Cerca de 35.000 espectadores en Riazor, completamente lleno.
El grupo de Irureta se esperaba a un equipo inglés y se encontró a un rival italiano, un Manchester conservador hasta el extremismo, que había cazado un gol en su primer disparo a puerta y luego se dedicó a administrarlo con increíble cicatería. El Deportivo se desesperó toda la noche buscando un camino imposible hacia el gol. Hasta que en los cinco minutos finales, el choque derivó hacia lo sobrenatural: abandonado a su desesperación, el Depor halló dos goles cuando ya se caía del alambre.
Si el fútbol inglés ha encarnado siempre la antítesis de la especulación, el Manchester que jugó anoche en Riazor no era un equipo de las islas Británicas. Porque el conjunto de Ferguson no hizo otra cosa que especular, especular y especular, lejos de ese espíritu abierto y el constante propósito atacante que caracterizaba de antiguo a los ingleses. Con Van Nistelrooy abandonado a su suerte en la punta de ataque, el Manchester regaló todo al Deportivo: la pelota, el campo y la completa iniciativa del partido. Gente como Verón, Scholes o Beckham quedaron reducidos a simples peones, futbolistas menores condenados a sacrificarse en la presión al contrario y a perseguir la pelota, siempre conducida por el Deportivo. Sólo el rápido y habilidoso Giggs esbozó algún proyecto de jugada por el costado izquierdo. Pero la fortuna se adhirió a la causa del United, que acabó sacando petróleo de una fase inicial muy floja con un rasgo muy italiano: su primer tiro entre los tres palos, a seis minutos del descanso, acabó en gol, magnífico eso sí, gracias a la calidad de Scholes para alojar la pelota en la escuadra, adonde Molina no podría haber llegado ni aún que se convirtiese en el hombre de goma.
El problema para el Deportivo fue que el Manchester resistió donde más débil se le suponía. No es que la defensa inglesa fuese un prodigio de seguridad -Blanc y Johnsen pasaron momentos muy comprometidos ante la habilidad de Tristán-, pero la simple acumulación de hombres en las inmediaciones del área -con el mediocampista Keane casi de quinto defensa- les sirvió para ir tirando y cerrar todos los caminos al Deportivo. Al cuadro de Irureta no se le puede discutir ni la actitud ni la idea. Movió el balón por todo el frente del área con solvencia y fluidez, pero le faltó el punto de creatividad que habría hecho desmoronarse el andamiaje inglés. Hubo buenos detalles del renacido Fran y algunos alardes del talentoso Tristán, estropeados en ocasiones por un exceso de egoísmo. Pero al Deportivo le faltó capacidad de sorpresa para abrir rendijas en la muralla del Manchester. Y aunque tuvo algunas ocasiones, especialmente un cabezazo de Makaay que obligó a Barthez a emplearse a fondo, su dominio sobre el choque acabó siendo un tanto inofensivo por su incapacidad para sobrepasar la frontera del área.
En contra de su costumbre habitual, Irureta movió ficha en el descanso y rescató a Valerón, pero las cosas cambiaron muy poco. El Manchester siguió apiñado en los portalones de su fortaleza mientras el Deportivo se devanaba los sesos buscando un modo de colarse dentro o al menos atacarla desde fuera, como intentó Tristán con algún potente lanzamiento lejano. Tal como estaban las cosas, Irureta debió de pensar que el partido sólo se podría ganar a la tremenda y llamó a filas a sus dos jugadores más tremendistas, Scaloni y Pandiani, dos gladiadores cuya impetuosidad ya había abierto el camino a más de una gesta en la última campaña europea del Deportivo. Como era previsible, los cambios de Irureta elevaron la temperatura del partido, pero lo que no se había conseguido tocando la pelota tampoco fue posible lograrlo por el método de arrollar al contrario. Porque, a falta de fútbol, el Manchester se mantuvo en pie con una exhibición de oficio y templanza.
La fase final derivó en un vertiginoso trajín de ida y vuelta. Como el Deportivo se tiraba hacia arriba sin reparar ya en peligros, cada contragolpe del Manchester fue una premonición de gol. En esos momentos lució la gran solvencia de Molina, magnífico para aguantar en los mano a mano. En la otra portería, Barthez también estuvo a la altura de su fama para desesperación de un Deportivo que empezaba a tirar la toalla. Pero, de repente, apareció la leyenda de Riazor y, en cinco minutos, el ultraconservadurismo inglés encontró el castigo que estaba reclamando desde el inicio de la noche.
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