El Depor malgasta el talento de Valerón
Un gol a falta de cinco minutos impide la victoria del equipo de Irureta ante un Lille aguerrido
El Deportivo perdió media hora en Lens, le bastó otra media para acariciar la victoria y le sobró otro tanto para mantenerla. En ambas cosas estuvo por medio Valerón: primero, como ausente, sufriendo sin el balón en los pies. Después, presente con la pelota cosida a la bota y sacando el ingenio que atesora para dotar al fútbol de la imaginación que lo hace bello. Al final por su ausencia definitiva, Irureta le sustituyó por Sergio. El Depor acabó temblando.
LILLE 1| DEPORTIVO 1
Lille: Wimbée; Pichot, Fahmi, Cygan, Ecker; Landrin (Bassir, m. 60)), N'Diaye, D'Amico, Bruno Cheyrou (Murati, m. 77); Sterjovski (Olufadé, m. 73) y Bakari. Deportivo: Molina; Héctor, Naybet, Donato, Romero; Duscher, Emerson; Víctor (Scaloni, m. 69), Valerón (Sergio, m. 78), Fran (Amavisca, m. 63); y Pandiani. Goles: 0-1. M. 48. Jugada personal de Valerón, que se desembaraza de tres marcadores, Pandiani le abre pasillo en el área y marca de tiro ajustado. 1-1. M. 86. Olufadé, de fuerte disparo por alto, que entra por la escuadra izquierda de Molina. Árbitro: Claus Bo Larsen (Dinamarca). Amonestó a Duscher. Unos 31.000 espectadores en el estadio Felix Bollaert de Lens.
No puede decir el Deportivo que no estaba avisado. Que no esperaba un equipo de los que se te suben a la chepa, de los que juegan con la lengua fuera y se vacían hasta el final o de lo contrario su entrenador los deja sin jugar y sin comer. Si acaso, podía sorprenderse de la buena técnica de algunos de sus futbolistas (el italo argentino D´Amico o el lateral Ecker) o de la falta de puntería del grandullón Bakari, un futbolista que juega mejor de espaldas que de frente. Sin excusa posible, el Deportivo le entregó media hora a los aguerridos muchachotes del Lille, que pudieron echarle del partido en un pis pas. Psicológicamente sugestionado por el efecto de las remontadas, el Deportivo tiró un tercio de partido como si ansiara el gol que desatara su furia y le subiera, de nuevo, al carro de la magia.
Futbolísticamente, decidió desconectarse. A Valerón se le echó encima N´Diaye (un futbolista que adora a Tigana) y lo sacó del equipo. Así que Pandiani se convirtió en un náufrago (con poca habilidad, además, para la natación) y a Emerson se le abrió una calle enorme por el centro que hubo de transitar conduciendo en exceso el balón. Es decir, un Deportivo deshilachado que no hallaba el balón y engrandecían jugadores medianos que otearon la posibilidad de llevarse el partido sin demasiado esfuerzo.
Le salvó al Depor Bakari, el prototipo del equipo: una buena ración de centímetros y músculo, que le cayó en suerte a Donato. Bakari es de esos delanteros que siempre intranquilizan al defensor. Ayer, sin embargo, no tenía puntería y malgastó tres ocasiones en la primera mitad que desacreditaron su pegada, no su estilo. Un cabezazo y una volea, de espaldas a la portería, asentaron su imagen.
Concedida media hora de rigor diplomático, o quien sabe si de guiño a la remontada, el Deportivo comenzó a encontrar el partido que buscaba: poderoso en el círculo central y rápido por los costados. Le ayudó un cierto bajonazo del Lille y algunas flaquezas defensivas de los laterales franceses. Pero sobre todo porque Emerson decidió tirar por la calle de en medio y tomar las riendas del equipo.
El partido cambio de lado, pero tropezó con la misma piedra. Todo lo que malgastó Bakari ante Molina, lo dilapidó Pandiani ante Wimbée. El delantero suramericano se maneja mejor con el pie que con la cabeza. Lo suyo es la épica, lo racial, no el mano a mano con el portero. Y cuanto tuvo, lo tiró por la borda.
Al partido le sobraba derroche y le faltaba imaginación hasta que Valerón decidió sacar su carné de identidad y su particular bloc de notas: hago que me voy para atrás cuando quiero ir hacia delante, me escoro hacia la izquierda porque quiero ir a la derecha, anuncio que quiero dar una asistencia cuando, en realidad, pretendo centrar, y tiro hacia la izquierda cuando voy corriendo hacia la derecha. Todo con la pelota cosida a la puntera y mirando al frente.
Valerón sacó el partido del culto a la laboriosidad y lo llevó a su terreno, el de la inteligencia y la ambición de hacer las cosas bien y con el sentido adecuado. N´Diaye se rindió a la evidencia: sus pulmones no eran suficientes contra el talento de Valerón. Y decidió aprender para no perder el tiempo.
El gol le dio el control al Depor: ya cosido de nuevo, por la aparición de Valerón, lo que permitía a los dos medios centro hacer su trabajo: recuperar el balón y darlo en condiciones.
El dominio, sin embargo, le concedió al Depor más confianza que ocasiones, en espera de la última embestida del Lille. Lo malo para el Deportivo es que entendió mal su control y se dejó ir en la confianza de que el gol de Valerón era suficiente. Cedió terreno, se quedó sin Valerón, bajó una marcha el motor y se escondió en su campo. Lo pagó caro. Un derechazo de Olufadé se clavó en la escuadra de Molina. Otro golazo. El de Valerón premiaba el talento; el de Olufadé, la perseverancia.
Con el tiempo justo
De haberse disputado el partido hace unas décadas, sencillamente no se hubiera jugado. La razón, el tráfico: la autopista que une Lille con Lens, unos 50 kilómetros, estaba absolutamente atascada. El Deportivo salió a las 18.30 del hotel y de no haber sido por la escolta de la policía, no hubiera llegado a tiempo. Un gafe más de un partido gafado desde su suspensión el 12 de septiembre, en señal de duelo por los atentados de EE UU. Irureta, que analiza por igual las cosas menudas que las aparentes, siempre espera en Francia problemas colaterales. Cuando el Depor vino por primera vez, ocurrió, casualmente, que en el estadio, tras el entrenamiento, sólo había agua fría. La queja no cayó en saco roto: el martes se encontraron agua hirviendo. En el entrenamiento del día 11, faltaban balones para el entrenamiento. El martes, sólo podían estar una hora. El hotel dispuso, como estaba previsto, un vídeo para que el Dépor trabajase, pero no se encontraba el mando. Tras unas gestiones, apareció. 'Siempre pasa algo', se resignaba Irureta, más por evidencia que por superstición.
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