Los aseguradores pagarán la factura
Los atentados de Nueva York constituyen el mayor siniestro de la historia en su conjunto, tanto por daños personales, accidente aéreo, daños a la propiedad y por lucro cesante. La industria aseguradora no tiene que hacer frente al siniestro de daños a la propiedad en Washington debido a la práctica de autoaseguro de las Haciendas Públicas. Las primeras estimaciones sobre las indemnizaciones a las que tendría que hacer frente el sector se elevan hasta 30.000 millones de dólares (5,4 billones de pesetas). Se indica que existía infraseguro en las Torres Gemelas, por lo que la cantidad citada puede disminuirse.
Nuestra opinión es que la industria aseguradora hará frente a estos pagos sin dañar su solvencia. Ha venido funcionando históricamente, permitiendo al resto de sectores económicos transferirle riesgos sin recurso al contribuyente. La actuación reguladora se ha limitado esencialmente a vigilar el margen de solvencia de cada asegurador. A modo de referencia, debe citarse que en 1992 las compañías pagaron 15.500 millones de dólares a causa del huracán Andrew y tan solo dos años después 12.500 millones de dólares por el terremoto de Northridge.
Representantes cualificados de empresas aseguradoras, tales como Maurice Greenberg, Presidente de AIG, han expresado rotundamente que sus empresas van a hacer frente al pago de los siniestros sin entrar a debatir sobre la calificación de la Administración como acto de guerra, que estaría excluido de las coberturas, o como terrorismo que sí están incluidos.
Las estimaciones de indemnizaciones que han declarado hasta el momento las 35 principales aseguradoras mundiales netas de reaseguro ascienden a unos 13.500 millones de dólares (encabezadas por Berkshire Hathaway, sindicatos del Lloyd's, Munich Re, Swiss Re, Allianz, AIG, con más de 1.000 millones USD cada una). Debe entenderse que el resto, hasta la cifra total, están asegurados directamente o en reaseguro por compañías menores. Al no cotizar en Bolsa muchos de estos operadores menores se desconoce su capacidad para hacer frente a sus compromisos. La ignorancia se traduce en incertidumbre y se aplica un mayor descuento a los resultados futuros de las compañías, lo que lleva a una venta de títulos de las mismas con las consiguientes caídas en las cotizaciones de las aseguradoras que hemos presenciado en la última semana.
El análisis hay que bajarlo a nivel de empresa, y ayudaría a nuestro trabajo que las compañías reportasen sus estimaciones de pagos en términos brutos, sin la resta de lo que se ha reasegurado. Si un reaseguro incumple, el pago debe ser abordado por la abridora directa, por ello se insiste por parte del mercado en que se declaren los pagos brutos para poder estimar mejor el efecto máximo sobre la cuenta de resultados de la compañía, al margen de la solvencia del reaseguro con las compañías menores. Si la distribución de pérdidas entre las compañías del sector tuviese una distribución significativamente distinta de la arriba descrita, o si se disparase la cifra máxima que hemos expuesto, habría que revisar la conclusión de solvencia.
El sector asegurador ha experimentado en los años recientes un agudo proceso de concentración, especialmente en Europa. La actual situación hace a las empresas más capaces de dar coberturas extendidas manteniendo los márgenes de solvencia. Caída del beneficio por acción, miedo a otros atentados y perspectivas de recesión son los factores que determinan la pérdida de capitalización bursátil que se aprecia en el gráfico.
La reacción de los mercados inmediatamente posterior a los atentados hay que analizarla en el contexto de la evolución general durante los últimos 12 meses. Durante el primer trimestre de 2001, la capitalización bursátil del sector asegurador en Europa ha disminuido aproximadamente un 20% respecto de los valores de final de 2000. Desde el final del primer trimestre de 2001 hasta principios de septiembre de 2001, la pérdida de capitalización fue de otro 10%. Durante la semana anterior al 11-S, el sector asegurador europeo perdió en un solo día otro 5% de valor de capitalización (unos 25.000 millones de dólares). El 12-S, la capitalización bursátil del sector cayó otro 11% (unos 60.000 millones de dólares). Con las cifras de daños máximos asegurados que en este momento se están manejando (recordemos, 30.000 millones de dólates en el peor de los casos), los movimientos del mercado posteriores a los atentados hay que entenderlos o bien como una sobrereacción del mercado o más bien como un elemento de incertidumbre adicional en la ya deteriorada confianza de los inversores.
Las aseguradoras tienen parte de sus reservas invertidas en bonos y acciones. Si bien, la caída sostenida de las bolsas dañan los resultados de sus inversiones, el mejor comportamiento de las inversiones en bonos compensan en alguna medida.
Existen inversores cualificados que están comprando títulos en estos momentos basados en la positiva evolución de los mercados aseguradores a medio plazo después de un gran siniestro. La experiencia indica que los grandes siniestros hacen que el resto de sectores económicos estén más dispuestos a asegurar una mayor cantidad de bienes y a valorar al alza la transferencia de riesgos. Las primas suben después de los cataclismos y aumenta el volumen asegurado. La práctica del autoseguro que efectúan algunas grandes compañías no aumenta a pesar del incremento de las primas que vamos a ver en el inmediato futuro. Ésta es una reacción distinta a la del resto de los mercados, pero se basa en un comportamiento de los asegurados observado en anteriores desastres naturales.
Es conveniente realizar un comentario sobre propuestas en el Congreso estadounidense para que el sector público apoye a los aseguradores privados. A favor de esta posición está el hecho de que la experiencia estadística de actos terroristas en EE UU era casi nula, por lo que los aseguradores no han podido prever ni incorporar a sus primas el tamaño de este desastre provocado por el hombre. No parece adecuado un apoyo público indiscriminado porque evitaría la desaparición de las compañías que no han sabido gestionar adecuadamente sus riesgos. Si hay problemas de liquidez, la Reserva Federal podría implementar líneas de crédito especiales para las aseguradoras con margen positivo de solvencia.
León Benelbas es presidente de Atlas Capital
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