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Crónica:MERCÈ 2001
Crónica
Texto informativo con interpretación

Mucha gente, más imprevisión y gamberrismo

Manu Chao tenía que haber iniciado su concierto el viernes a las 22.30. A esa hora, miles de personas trataban en vano de llegar a una plaza de Catalunya llena desde antes. Ninguna de ellas pudo escuchar el concierto. Primero, porque empezó más tarde; segundo, porque el sonido era inadecuado; tercero, porque una pitada monumental de coches bloqueados en la zona de las calles de Pelai, Balmes y Bergara impedía que uno mismo se oyera.

Se esperaba gente, pero no tanta ni tan temprano. Al reclamo de que el concierto era gratis, la plaza se llenó horas antes. La Guardia Urbana, como es habitual, esperó a la supuesta última hora para cortar el tráfico que, teóricamente, debía cruzar la plaza de Catalunya entrando por Pelai y saliendo por Fontanella. Cuando lo cortó, ya estaba todo lleno y la gente hacía inviable cualquier tentativa de avanzar.

Espontáneamente, los conductores empezaron a dar la vuelta y a salir contra dirección. Los vehículos de mayor tamaño (autobuses y algún autocar) hacían marcha atrás. Un autobús de TMB realizó la maniobra de forma tal que su parte trasera se empotró contra otro vehículo. El estrépito del choque se oyó mejor que el concierto.

En la plaza el caos no era menor. Penetrar en ella era una imposibilidad física. En su defecto, no pocos asistentes decidieron encaramarse a cualquier cosa: algunos descubrieron cierta utilidad en el monumento a Macià y lo usaron de plataforma. Los que llegaron tarde a ello, se contentaron con subirse a las marquesinas de las paradas de autobús; otros prefirieron las casetas de la Muestra de Asociaciones de Barcelona.

Algunos guardias trataron de convencer a los improvisados tarzanes de que aquello no era seguro. No sólo no les hicieron caso y siguieron en los techos de las frágiles carpas, sino que algunos se dedicaron a saltar de una a otra. Cinco personas se lesionaron al desplomarse una caseta. Otros, más avispados, penetraron en el interior de las casetas y las desvalijaron, y otros más descubrieron que su color claro era más que adecuado para realizar pintadas.

No puede hablarse de vandalismo generalizado. Una concentración de 80.000 personas da para eso y para más. Lo que de verdad pareció faltar fue previsión respecto a lo que podía ocurrir y, al final, acabó ocurriendo.Quizás la plaza de Catalunya no era el lugar indicado para un concierto de ese estilo, en el que sólo unos pocos pudieron gozar de la música. El resto únicamente oyó ruido.

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