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La comunidad árabe de Nueva York recupera la normalidad

En Brooklyn, a pocas estaciones de metro de Wall Street, hay más de cuarenta mezquitas. Desde hace una semana, el barrio que rodea Atlantic Avenue, donde vive gran parte de la comunidad musulmana de Nueva York, es mucho más silencioso. Hay más policía para vigilar o proteger. La gente habla más bajito, las tiendas no venden tanto. Pero los arábes norteamericanos de este barrio han decidido llevar una vida normal, la misma de antes de los atentados.

Ramadán Hamuda está tranquilamente tomándose un café en la acera, hablando con sus vecinos. 'No voy a cambiar nada de mi vida, voy a seguir haciendo mi rutina diaria, y si me miran mal en la calle o en el autobús, haré como si nada, porque la verdad es que nunca han acabado de mirarme muy bien', dice tranquilamente, casi sonriendo. Todos a su alrededor asienten. Algunos ya no quieren hablar porque durante estos días han sido los protagonistas involuntarios de los acontecimientos y de la curiosidad de la prensa.

Hasta ahora vivían tranquilamente, en el mismo anonimato que las demás comunidades de Nueva York: los coreanos de Manhattan, los griegos de Queens, los rusos de Brighton Beach... Ahora miran con recelo al que entra en las tiendas. Casi todas están cerradas. Todos los negocios de la ciudad se han visto afectados por los atentados, pero aquí se nota especialmente. La agencia de seguros Nilo Azul, el centro comercial Alaa Islamic, la librería Ahlul Bayt y la tienda de baratijas Noor as Sunnah tienen candados puestos.

'No me voy a esconder'

Sólo queda la tienda de Ramadán y el puestecito de objetos islámicos de Abdul. El único restaurante abierto, Tierra de Paraíso, vende shawarmas. 'No tengo por qué esconderme; llevo 14 años en este país. Soy egipcio de nacimiento, pero he hecho mi vida y mi negocio aquí, y estoy orgulloso de pertenecer a este país. Algunos amigos han decidido quedarse en casa y que sus mujeres y sus niños no vayan a la escuela, pero les he dicho que es un error', dice Ramadán.

Estuvo viendo las noticias sobre la visita de George Bush a la mezquita de Washington. 'Me parece normal que haya ido y está bien que nos apoye como creo que lo hubiera hecho con cualquier otra comunidad'. Y luego ya se lanza en especulaciones. 'Además, aquí nadie cree que haya podido ser un musulmán el que montó todo eso. Es como lo que pasó en Oklahoma. Al principio acusaron inmediatamente al terrorismo islámico y luego tuvieron que reconocer que había sido un norteamericano. Seguro que pasa lo mismo ahora'.

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A unos pocos metros, Abdul vende velos, relojes islámicos (que dan la hora con la llamada del muecín) y vídeos explicativos del Corán. Llegó de Marruecos en 1989 y lleva siete años en el 557 de Atlantic Avenue. 'Yo tengo cinco hijos y todos siguen yendo a la escuela. Estoy empezando a estar un poco harto de todo lo que se dice sobre los musulmanes'.

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