Parques científicos: una antigua añoranza
Años ha, con ocasión de una productiva estancia en la Universidad Californiana de Berkeley, tomé contacto con el tema de los Science Parks, que no eran unas instalaciones donde se exhibían científicos en jaulas ad hoc, sino complejos de laboratorios punteros, adosados a centros universitarios de prestigio, consorciados para trasladar al mercado, resultados de investigación aplicada comercializables.
El primer área del mundo de este género fue la denominada, Silicon Valley, llamada así en función del producto básico de la nueva era tecnológico-informática en la que todavía estamos instalados. El núcleo de partida fue un garaje en el que el Decano de Ingeniería y dos avispados alumnos, sentaron las bases científicas para la construcción masiva de ordenadores. A partir de entonces la buena nueva corrió por el mundo y en todos los ámbitos universitarios sensibles se soñaba con repetir esta experiencia, que tuvo en la vieja Universidad de Cambridge una plataforma altamente exitosa que todavía se mantiene.
En Octubre de 1983 se desarrolló en París un Taller de la OCDE sobre estos temas al que aporté una comunicación titulada Mediterranean Science Park, en el que proponía una implantación de este tipo en tierras valencianas, que tuvo una excelente acogida. En aquella época, por cierto, no tenía el menor propósito de residir en estas tierras.
Cuando me incorporé en 1985 a la Universidad de Alicante traía en la mochila este asunto, lo que dio pie a la publicación de un libro auspiciado por la Generalitat, titulado El espacio de las nuevas tecnologías, Valencia, 1986.
Mi propuesta, basada en la experiencia internacional, se concretaba en la creación de un Parque Científico, el primero de España, en el litoral alicantino. El consejero de Industria de aquella época, un claro exponente del egocentrismo valenciano, decidió que Paterna era el sitio adecuado. Un craso error como se ha demostrado posteriormente.
Nuevamente volví a la carga años después, con ocasión de la feliz iniciativa del Club de Inversores de desarrollar el Triángulo: Santa Pola-Elche-Alicante. El propio presidente Lerma me encargó la redacción de los estatutos de un consorcio para desarrollar esta idea. Así lo hice y una vez más fracasó, en este caso por el ilicitanismo de vía estrecha del entonces alcalde de Elche.
Me alegro, por tanto, enormemente de que en estos momentos se den las circunstancias propicias para la materialización de este viejo proyecto, ahora en el contexto territorial de la Universidad de Alicante, lo que exige un planteamiento generoso que vaya mas allá de la búsqueda de espacios para la expansión de las actividades universitarias tradicionales, lo que por supuesto debe hacerse también.
Pero el proyecto en sí es de gran calado deberá implicar a toda la comunidad alicantina y al conjunto valenciano también. Habría al menos que cuidar dos aspectos: nuevas tecnologías del transporte, me refiero a trenes elevados con soporte magnético y controlar las apetencias rapaces de los especuladores del suelo.
Ramón Martín Mateo es catedrático de Derecho Administrativo y ex rector de la Universidad de Alicante.
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