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En el corazón del gaditano

La comparsa El Circo, segundo premio en el carnaval de Cádiz de hace dos años, plasmó, exprimiendo al máximo el culto a la nostalgia que caracteriza a estas agrupaciones, el sentimiento de admiración y agradecimiento que perdura en el corazón de cientos de familias gaditanas hacia este buque que marcó toda una época.

'Avante claro, por la Bahía nace un barquito de jornaleros, que no le tocaban las sirenas los grandes mercantes, pero si arrancaba siempre por palmitas sordas, a la claridad del día desde Cádiz a Matagorda (...) en sus barandas se asomaban las buenas gentes de los barrios obreros, que iban buscando la vida, preparando los cargueros, desafiando temporales y mirando siempre al cielo (...) cómo navegaba en aguas plateadas, y era su rumbo muy pinturero...', decía el pasodoble del autor Joaquín Quiñones, que concluía con una llamada de atención a las autoridades para que Cádiz recuperase esta embarcación: '...en un cantil de Gran Canaria se está yendo a pique y entre todos hay que traerlo a Cádiz, para siempre ya, vapor del dique'.

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En auxilio de un símbolo

Este cante en el Teatro Falla, templo del sentimiento popular y las denuncias sociales del pueblo gaditano en el carnaval, sirvió de acicate para que el Matagorda regresase a Cádiz. Cientos de personas fueron a recibir al buque insignia de una de las etapas de mayor prosperidad industrial en la comarca gaditana.

El Matagorda fue botado a finales de 1919 como barco de vapor y transformado con propulsión a motor en 1950. Con 30 metros de eslora, cinco de manga y tres de calado, podría transportar a un pasaje máximo de 506 personas por trayecto, repartidos por la cubierta principal y las cámaras que había en la proa y la popa.

Cubría diariamente unos diez trayectos de unos 25 minutos. La primera salida del muelle de Cádiz era a las 6.50 horas de la mañana y la última, desde Matagorda, a las 0.30 horas. Así todos los días de la semana. Pero el Vapor del Dique no sólo transportó en sus cubiertas a empleados de astilleros, sino a muchas familias de Matagorda y Puerto Real, a las que no se les cobraba por ir a la capital al cine, al médico, o a hacer gestiones cuando escaseaban los automóviles y Matagorda era una isla aislada.

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Incluso la actual ministra de Cultura, Pilar del Castillo, emparentada con la mujer de Domingo Afonso, viajó una vez en este barco para acudir a la boda de un familiar.

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