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Tribuna
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Un inmenso vacío en la ciudad

Estaba de paso en Nueva York para asistir a una boda. El martes por la mañana había quedado con un amigo que es arquitecto, igual que yo. Nos conocimos en Madrid, donde tengo mi estudio de arquitectura y él finalizaba una beca Fulbright. Él había vuelto a EE UU para terminar su tesis y trabajaba en la cuarta planta del World Trade Center. Le dejé un mensaje a las 9.10 para quedar a comer. Minutos después, una amiga llamó llorando. 'Enciende la televisión', dijo.

Hasta el martes, los enormes fustes de las torres gemelas dominaban todas las vistas sobre el perfil de Manhattan. El martes, desde las ventanas de la casa de mi amiga, en Brooklyn, vi como se desplomaron.

Mientras una enorme columna de humo se movía hacia el sur nos preguntamos por qué se habían hundido. Supuestamente, habían sido construidas para aguantar todo, desde los vientos de los huracanes hasta las llamas de los incendios. Incluso podían aguantar el impacto de un Boeing 707, el avión más grande de los años sesenta. O eso al menos decía uno de los ingenieros que trabajó en el diseño estructural de las torres, según contó ayer un artículo de The New York Times.

Terminadas en 1972 y 1973 después de siete años de obras, las torres -diseñadas por Minoru Yamasaki, quien también diseñó la torre Picasso en Madrid- utilizaron un sistema que en su momento fue innovador y ahora es común. Este sistema consiste en una piel estructural formada por 61 columnas exteriores en cada cara de la torre, combinada con un núcleo de columnas, ascensores y escaleras de incendios que sujetan los forjados mediante cercas de acero laminado. Los rascacielos tradicionales, como el Empire State, de 1931, tienen un sistema de refuerzos estructurales interiores junto con un pesado cerramiento exterior de albañilería.

La estructura aguantó el impacto inicial. Sin embargo, no pudo aguantar las altas temperaturas de entre 370 y 740 grados centígrados que se produjeron al explotar el combustible de los aviones.

A estas temperaturas, el acero se ablandó como plástico, y los forjados se colapsaron uno encima del otro, con un efecto dominó que se apreciaba en las imágenes.

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El acero utilizado en la construcción tiene una protección contra incendios de entre dos y tres horas, que permite a los bomberos extinguir el fuego y evacuar a los ocupantes. Esta protección consiste en un aislamiento proyectado, junto con un sistema de aspersores automáticos. Tal vez el choque destrozó el aislamiento y el sistema de aspersión resultó inutilizado por las altas temperaturas provocadas por el incendio del combustible.

Ayer, por fin, pude hablar con mi amigo, que logró salir del edificio. Está sano y salvo, aunque completamente traumatizado, como el resto de esta ciudad. Los dos mayores y quizás más simbólicos edificios de Nueva York han desaparecido, dejando un inmenso vacío en el perfil humano y arquitectónico de la ciudad.

Adam Bresnick es arquitecto

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