_
_
_
_
Reportaje:

El oro en la Alhambra

Un estudio científico revela que la leyenda sobre metales preciosos en Granada tiene una base real

Cuenta la leyenda que la Alhambra se asienta sobre una montaña de oro. Y pudiera ser verdad. La vieja tradición de buscar oro en las aguas del río Darro, a los pies del monumento nazarí, y que aún recuerdan muchos viejos granadinos, tiene una base científica real: la colina de la Sabika, conocida entre los geólogos como el conglomerado Alhambra, no es sino el último puerto al que llegan los sedimentos originados en Sierra Nevada hace millones de años. Y el oro era el principal de ellos.

José Manuel Martín, profesor de Estratigrafía de la Facultad de Ciencias de Granada, es autor de un trabajo, Geografía e historia del oro de Granada, lleno de datos curiosos. Uno de ellos: que los alrededores de la ciudad, como hoy pueda ser la localidad de Lancha del Genil, a tres kilómetros escasos de la capital, fueron en su día un verdadero yacimiento aurífero. Los romanos los explotaban con un método expeditivo: drenaban las montañas con tales cantidades de agua que éstas, al final, estallaban. Literalmente. Así afloraba el oro.

'Hay que tener en cuenta que el proceso de formación del metal es muy peculiar', explica el profesor. El oro se origina en pequeñas partículas en Sierra Nevada. Esas partículas son arrastradas montaña abajo y, como sucede con el mercurio, se unen cuando entran en contacto entre sí, formando pepitas. Luego son arrastradas por el cauce de los ríos.

Los musulmanes granadinos parecieron no mostrar mucho interés por el metal y edificaron la Alhambra sobre una zona de sedimentación. 'La Alhambra está encima, técnicamente, de una mina de oro', medio bromea Martín. 'Pero no sería cuestión de echar el monumento abajo por unas cuantas pepitas'.

Durante mucho tiempo, una de las imágenes más frecuentes en la ciudad era la de gente agachada en las riberas del Darro, bajo la Alhambra, en busca de pepitas de oro. Parecían locos o soñadores. Los hubo hasta no hace mucho. No eran del todo fantasiosos: incluso hoy, algunos estudiantes de Geológicas encuentran restos del metal en sus prácticas sobre el terreno. El nombre del río viene, incluso, de la palabra dauro, que da oro.

'Granada fue importante, sobre todo', afirma José Manuel Martín, 'en la época de los romanos y a mediados del siglo XIX, cuando compañías francesas decidieron explotar los yacimientos de la ciudad'. La realidad hoy es diferente. En los años sesenta, una compañía canadiense acudió para ver los posibles beneficios. La conclusión fue clara: hay oro, sí, en la lengua de tierra encerrada entre los ríos Darro y Genil. Pero la presencia del metal es tan baja que no hace rentable el coste de la inversión. El porcentaje es mínimo. Sigue valiendo más el peso de la leyenda.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO
José Manuel Martín, ante la antigua explotación aurífera de los romanos en Lancha del Genil.
José Manuel Martín, ante la antigua explotación aurífera de los romanos en Lancha del Genil.JUAN BARRIO

Desplomar montañas

El oro de Granada surgió de las cumbres de Sierra Nevada, en las cuarcitas paleozoicas del llamado manto del Mulhacén. También era detectable enlas mineralizaciones filonianas de sulfuros y sulfosales del manto del Veleta. A través del proceso de erosión y la superposición de capas de estratos, el oro fue deslizándose en partículas montaña abajo hasta llegar a la depresión que forma la Vega de Granada, en donde quedó depositado, arrastrado por los ríos Darro y Genil. Esto hizo de Ilíberis, como era conocida Granada entre los romanos, un apetecible yacimiento aurífero que no tardaron en explotar. Aún hoy pueden verse los restos de los tinglados industriales en Lancha del Genil, en donde parte de sus montañas muestran aún los boquetes por los que los romanos introducían el agua para aplicar lo que llamaban el Ruina montium, el derrumbamiento del monte en el que se encontraba el oro. Este procedimiento consistía en canalizar agua desde los ríos hasta la parte más alta de un monte, en donde se acumulaba en lo que se conocía como piscinae. Entretanto, se excavaban galerías por el interior del monte, a modo de tuberías. Una vez abiertas brechas, el agua se soltaba repentinamente, con lo que se provocaba una inmediata erosión del monte, que parecía desplomarse. Todo el material desintegrado era lavado posteriormente para encontrar el oro que había en él. Ccon la conquista de Granada por los Reyes Católicos, la fiebre del oro volvió a estar en auge en Granada, hasta tal punto que debieron promulgarse leyes en contra de los buscadores que se afanaban en el río Darro, por el que hoy apenas discurre un hilo de agua. El oro era entonces propiedad de la Corona y tratar de encontrarlo se convirtió en delito. En el siglo XIX, diferentes compañías francesas volvieron a explotar los yacimientos de los alrededores de la capital, aún sin agotar del todo. Para ello construyeron nuevos conductos de agua e industrias, lo que dio origen a nombres sonoros como el Canal de los Franceses, que a muchos les parecen exóticos y que tienen su verdadera base en una actividad prácticamente olvidada.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_