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Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fabes con almejas en plena Costa del Sol

VENTA EL HIGUERÓN, en Benalmádena, donde el veterano Fernando Martín revive su mejor cocina

Desde que se produjo el cierre del restaurante Trascorrales, hito y símbolo de la mejor cocina asturiana en la década de los ochenta, el veterano Fernando Martín, ideólogo y propietario, ha protagonizado apariciones esporádicas (La Venta del Oso, en Madrid; Trascorrales, de Marbella). Igual que siempre, sin abandonar ese talante bohemio e imaginativo que le caracteriza, emerge de nuevo en esta antigua venta andaluza del siglo XIX, auténtico balcón sobre la costa con vistas espectaculares del Mediterráneo. Y lo ha hecho con su cocina de siempre, con aquellos platos que representaban la modernidad durante la transición española, y que ahora resultan trasnochados en ciertos aspectos. Gratinados a la vieja usanza, productos lácteos en abundancia y un exceso de grasa en casi todas sus recetas constituyen sus defectos más acusados.

VENTA EL HIGUERÓN

Autopista Costa del Sol, salida 217. Benalmádena (Málaga). Teléfono: 952 11 91 63. No cierra. Precio: entre 5.000 y 6.000 pesetas. Ensalada de boquerones, 1.500. Patatas con langostinos, 1.600. Albóndigas de rabo, 2.000. Arroz con leche, 600. Pan...6 Café...6 Bodega...5,5 Ambiente...6 Servicio...6,5 Aseos...6,5

En el aspecto positivo se encuentran la calidad de las materias primas y la gustosidad de unas recetas de rango popular que desafían al tiempo y a las modas. Con la incorporación del joven Sandro da Silva, sobrino de Martín, la brigada respira un renovado dinamismo.

Dos de sus entrantes emblemáticos, el pudín de queso y el pastel de centollo, ambos excelentes, trasladan al comensal a los balbuceantes y nostálgicos comienzos de la nueva cocina. Pero en otros entrantes, las impresiones varían. El sabor yodado de la concha fina gratinada se malogra por culpa de la salsa que baña el molusco. Son bastante malas y grasientas las tres tostadas de cebolla, carabineros y merluza; deliciosa la ensalada de boquerones en torre, y agradable el salpicón de marisco.

Donde no cabe hacer objeciones es en los guisos de cuchara. No se despacharían cinco kilos diarios de fabada si no fuera por la calidad de la receta, aunque también esté sobrada de grasa. Perfectas de punto las patatas con langostinos, las fabes con almejas y los carabineros con patatas, una delicia. Pero la mejor recomendación para componer el menú es observar las sugerencias del día. Quizá por precipitación y exceso de concurrencia, el fragante pixin (rape) llega a la mesa seco y requemado. No así el solomillo de vaca a la mostaza, de sabor poderoso (¿por qué se indica de buey absurdamente?); ni las albóndigas de rabo, excepcionales, a pesar de que, una vez más, la salsa adolezca de exceso de grasa.

A causa de una insuficiente insonorización, los decibelios de las conversaciones bombardean sin piedad a los comensales. Demérito que atenúa parcialmente el servicio, correcto, de hechuras clásicas.

LA BARRA Y LOS POSTRES

AUNQUE la remodelación estética de este restaurante no ha concluido todavía, la barra situada a la entrada y todo el espacio que la rodea evoca vagamente el cálido ambiente de una sidrería / chigre asturiano. De pie o en las pequeñas mesitas que la rodean, se puede realizar una comida informal a base de tapas y pequeñas raciones. Conviene observar las sugerencias, que figuran redactadas a tiza en una pizarra. Gozan de enorme éxito las cazuelitas de fabada, así como los chorizos a la sidra. No podía faltar la tortilla asturiana, gruesa y enorme, pero demasiado seca. Ni la empanada de bonito y las gambas al ajillo. Y, por supuesto, las tostadas variadas, de cebolla, carabineros y merluza, que no son, precisamente, las tapas más afortunadas. Para beber, cerveza de barril, sidra o cualquiera de los vinos de la carta. Punto y aparte es el capítulo de postres, muy cuidados como corresponde a un restaurante asturiano. Cuando aparece reseñado en la carta, cosa que no siempre ocurre, conviene paladear el sorbete de sidra, excelente, casi un batido, que se sirve en copas aflautadas igual que un refresco. Los golosos se enfrentan a muchas tentaciones. En primer lugar, el arroz con leche al estilo asturiano, espléndido, casi una crema. No está nada mal la espuma helada de higos, muy fina, y resulta estupenda la tarta florentina, típicamente asturiana. Lo mismo que el flan de manzana o la leche frita, de una cremosidad infrecuente. A la hora de hacer la reserva conviene solicitar alguna de las mesas próximas a las cristaleras, con vistas panorámicas de la costa y aledaños de Benalmádena.

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