Ir al colegio en Belfast
Las niñas del colegio de la Santa Cruz, en Ardoyne, al norte de Belfast, crecerán con el recuerdo de haber tenido que acudir a la escuela protegidas por la policía, entre griteríos de protestantes, atacadas por una bomba de fabricación casera que afortunadamente no produjo víctimas mortales. El calvario de estas niñas que acuden a ese colegio católico atravesando un barrio protestante, como otras lo han hecho durante 30 años, refleja el deterioro de la situación en Irlanda del Norte.
No obstante, el entorno de Ardoyne es peculiar, y en lo ocurrido se mezclan posibles razones políticas y sociales, que no necesariamente se pueden generalizar a un Belfast que progresa. Ardoyne es una zona deprimida, con todo tipo de carencias. En la lista de espera para las nuevas viviendas, los católicos superan a los protestantes en proporción de ocho a uno, por lo que los últimos temen verse expulsados de su barrio. El temor demográfico pesa entre los protestantes.
El acto de barbarie contra las niñas de Ardoyne ha sido reivindicado por una organización llamada Defensores de Mano Roja, supuesta tapadera de la terrorista Asociación para la Defensa del Ulster, grupo protestante que no reconoce la tregua en vigor. Tampoco la acepta, en la otra parte, el IRA Auténtico, escisión del Ejército Republicano Irlandés (IRA), que sí mantiene el alto el fuego. Pero el IRA se resiste a impulsar el proceso de paz al no aceptar inutilizar sus arsenales. A mediados de agosto retiró su propuesta de desarme, que nunca detalló públicamente. El IRA siente la presión de ese grupo escindido, y actos como la bomba contra las niñas de la Santa Cruz no le ayudan a que dé el paso definitivo hacia la entrega de las armas. El partido socialdemócrata y liberal de David Hume había suavizado la situación al aceptar la propuesta de Londres de reformar la siempre odiada, por los católicos, policía norirlandesa, el Royal Ulster Constabulary, pero el Sinn Fein la rechazó.
Tras la dimisión del ministro principal, el protestante David Trimble, el Ejecutivo de integración está descabezado, mientras van aumentando los actos de violencia. Periódicos de todo signo han condenado la bomba de Ardoyne, pero la mayoría de los líderes protestantes ha callado vergonzosamente. En un gesto que falsea la situación, Londres suspendió el 14 de agosto, durante un día, la autonomía del Ulster para ganar tiempo. Pero el próximo día 23, si Trimble no vuelve a su puesto o no encuentra sustituto, el Gobierno de Blair quedará ante una disyuntiva infernal: restablecer el control directo sobre la provincia y enterrar los acuerdos de Stormont, con lo que supone de vuelta atrás, o convocar nuevas elecciones, en las que, a juzgar por el resultado de las generales, ganarían los partidos de los extremos: el Sinn Fein, por parte católica-republicana, y los seguidores de Ian Paisley, entre los partidarios de mantener a cualquier precio al Ulster en el Reino Unido.
La mayor esperanza es que los principales grupos armados respeten la tregua, pero pueden estar perdiendo el control de la situación. Extraña que el ministro británico para Irlanda del Norte, John Reid, estuviera de vacaciones a poco más de dos semanas de una nueva cita del Ulster con la incertidumbre política, pues el proceso de paz está varado, y volverlo a poner a flote requerirá algo más que imaginación.
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