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La fiscalía duda de un móvil político en el nuevo asesinato de un líder corso

Para la Fiscalía de Bastia, el asesinato de Nicolas Montigny la noche del miércoles día 5 entra en la lógica criminal de los ajustes de cuentas entre bandas rivales, pero sobre esa muerte planea de nuevo la duda sobre su hipotético origen político, puesto que Montigny era miembro del grupo clandestino Armata Corsa, así como de su escaparate legal Presenza Naziunale.

En el plazo de pocas semanas, ésta es la tercera víctima perteneciente a dichos grupos. El 17 de agosto era ametrallado François Santoni, ideólogo y jefe supuesto de las dos formaciones; el 21 de agosto acribillaban a Dominique Marcelli, un joven también vinculado a esa tendencia nacionalista, al mismo tiempo que al tráfico de drogas y coches robados.

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Montigny fue atacado por dos hombres ocultos con cascos de motorista. Los dos asesinos llegaron a pie y subieron al altillo donde Montigny se entretenía con una consola de videojuegos. Dispararon contra él y le remataron luego, en la planta baja, donde Montigny buscaba un imposible refugio o puerta de escape. Los dos ejecutores, que en ningún momento fueron molestados por la numerosa clientela del cibercafé, salieron a la calle y montaron en un coche donde les esperaba al volante una tercera persona.

La víctima tenía antecedentes penales por delitos de escasa importancia, pero había sido detenida en 1999 por sus relaciones con el independentismo clandestino y por estar en posesión de armas sin tener permiso para llevarlas. El alcalde de Bastia y antiguo ministro de Lionel Jospin, el radical Emile Zuccarelli, ha señalado, con ocasión de este crimen, que 'la violencia en la isla, sea su marco político o estrictamente delictivo, ha progresado estos últimos meses en contra de lo que sostiene el discurso oficial'.

Armata Corsa parecía autofinanciarse en parte a través del control de una serie de máquinas tragaperras instaladas en los feudos de Santoni o Jean Michel Rossi, este último asesinado en agosto de 2000. Grupos mafiosos interesados en el control del juego y otros tráficos -armas y drogas, sobre todo- no aceptaron que Armata Corsa se estableciese por su cuenta, con ejército propio. Se estima que, hace un mes, no eran más de 20 los hombres militarmente operativos de la formación. Tras los tres asesinatos no se ha producido detención alguna.

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