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Columna
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Migas y plumas

El concejal de las Basuras, usurpando las funciones de su colega de Cultura, con agostidad y alevosía, ha efectuado su primera incursión en el mundo de la literatura, de la literatura basura, por supuesto, editando un folleto, panfleto a todo color, sobre los salvajes desmanes y los tremendos destrozos ejecutados por los acampados de Sintel sobre el sagrado pavimento del paseo de la Castellana, que hollaron y mancillaron durante su asentamiento, asedio, cerco a un puesto de trabajo y a unos derechos laborales que se desvanecían en el aire, magno prodigio de prestidigitación a cargo de hábiles ilusionistas de las finanzas y las privanzas que les tomaron por ilusos.

Habitualmente los libelos y los panfletos surgen de la clandestinidad, de los círculos de oposición al poder y suelen ser anónimos, pero este opúsculo profusamente ilustrado está editado por el poder municipal y avalado por su concejal de Limpieza, dispuesto a utilizar el juego sucio para que la ciudad resplandezca y se vean relucientes las vallas de sus obras, los cascos de sus operarios, las carrocerías de sus máquinas y las luces de señalización de sus zanjas, baches y socavones. Habitualmente a los políticos, aquí y en la Patagonia, se les critica por editar a cuenta del erario público, por lo general en vísperas de elecciones, libros, opúsculos y trípticos dedicados a glosar sus aciertos y a potenciar sus logros, y si no los hay, a inventárselos. Se trata de un subgénero bastardo de la agit prop, pura propaganda política manipulada.

Pero el libelo del concejal López Viejo va más allá y puede indicar un cambio de estrategia, una táctica más agresiva por parte del equipo de Álvarez del Manzano, harto de ser el blanco de toda clase de diatribas y de críticas adversas, objeto y sujeto de mofa, befa y escarnio.

Al regreso de sus vacaciones, los madrileños tal vez se encuentren a un alcalde menos melifluo y pusilánime, un tipo duro como su interina Mercedes de la Merced, la concejal Tardón o el delegado Ansuátegui. No pudieron mandar a la fuerza pública para que cargara contra los de Sintel, por aquello de la imagen, y ahora se resarcen de forma incruenta, pero ofensiva, con esta publicación infame e infamante.

A la vuelta de las vacaciones, los vecinos de Cabestreros se apercibirán también de que les han desmantelado, desalojado y desokupado El Laboratorio II, un centro cultural, cívico y social entroncado pacíficamente en un barrio conflictivo en el que los experimentos de convivencia, solidaridad, aprendizaje y autogestión son necesarios. Protestaron algunos vecinos por el desalojo, no muchos porque la perversa agostidad había causado numerosas bajas en el colectivo.

Los que se quedaron en Madrid tuvieron, eso sí, unas fiestas de lo más castizo, de ese casticismo de sainete, con su típica exaltación del viejo verde, del chulo castigador y de las chulapas y modistillas de rompe y rasga. Esta querencia arqueológica del Ayuntamiento, esta resurrección veraniega del folclore supuestamente autóctono, indígena y aborigen resulta casi ofensiva en un barrio en el que prima el fecundo mestizaje de ínclitas y ubérrimas razas que cantara el nicaragüense Rubén Darío, que se notaba que era indio porque exhibía muy buena pluma, como dijo el cascarrabias de don Pío Baroja, que tenía su punto racista, xenófobo y germanófilo. Rubén le contestaría aludiendo a la empresa familiar de los Baroja en Madrid al decir que las novelas de don Pío tenían mucha miga porque su autor era panadero.

El Madrid de hoy es más barojiano que rubeniano, barojiano de La Busca, que al fin y al cabo relata cómo se buscan el pan los inmigrantes de los pueblos en Madrid. Lo del fecundo mestizaje se dice más por la forzosa convivencia en un barrio de viviendas baratas que por la mezcla racial propiamente dicha que aún no se produce. Hacen falta más experimentos de laboratorio y menos kermeses castizas para que se disuelvan los guetos, fermente la masa y hagan buenas migas los unos con los otros, o si no estaremos haciendo un pan como unas hostias.

Pero no hay que hacerse ilusiones, porque después de su campaña estival de limpieza étnica y ética, Álvarez y los suyos vienen muy crecidos.

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