Racismos
El racismo y la esclavitud son dos espantos de la humanidad que debería contribuir a eliminar la conferencia mundial que ayer se abrió en Durban, la tercera de este género, pero esta vez en la Suráfrica que siete años atrás eliminó la lacra del apartheid. La Conferencia contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y la Intolerancia no debe perderse en debates estériles. Teniendo presentes los horrores del pasado, y muchos del presente, debería centrarse en medidas concretas para eliminar lo que en el caso de la esclavitud son más que vestigios, y en el del racismo, una discriminación creciente.
La esclavitud, con todos los daños que supuso, subsistió en Occidente hasta finales del XIX. España sólo la abolió de forma definitiva en 1886: anteayer. Pero también el llamado Tercer Mundo la ha practicado, y, de hecho, los niños esclavos de hoy aparecen en estas áreas castigadas. El racismo tampoco es un fenómeno únicamente propio de Occidente. También hay racismo entre negros, por ejemplo, entre dominicanos y haitianos, generalmente de piel más oscuras, o asiáticos y otros. El siglo XX, que vivió el holocausto judío, ha terminado en Yugoslavia con esa espantosa forma de racismo cultural que han sido las limpiezas étnicas, si bien las matanzas entre hutus y tutsis las han superado en número con creces.
Sería un error, como ayer advirtió Kofi Annan, que Durban se convirtiera en una plataforma de recriminaciones mutuas o para criticar a Israel, al equiparar el sionismo a una forma de racismo, aunque sea cierto que, con su actitud hacia los palestinos, el Gobierno de Sharon haya dado razones a sus enemigos. Estas acusaciones han hecho que EE UU, como en 1978 y 1983 por motivos similares, rebaje el nivel de su delegación en Durban. Que el secretario de Estado Colin Powell no haya acudido a la conferencia constituye un fracaso, cuando crece el distanciamiento de EE UU respecto a la ONU y otros organismos internacionales, tan necesarios en este siglo que empieza.
De Durban debería salir un programa de acción. Legislar contra estas plagas es, por supuesto, necesario; pero no basta. India abolió por ley tras su independencia el sistema de castas, una forma de discriminación tan penosa como el racismo, y sin embargo, hoy sigue siendo una realidad. En un mundo en el que sólo estamos viviendo el principio de lo que pueden ser nuevas olas de migraciones masivas, no sólo del Sur al Norte, sino en diversas direcciones, es urgente luchar contra la discriminación racial y educar para una tolerancia basada en la esencial igualdad de los seres humanos.
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