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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El hombre es el desierto de la mujer

Diecisiete relatos sobre desilusión, opresión y choques culturales conforman Barriendo el sol de los tejados, la última obra de la escritora libanesa Hanan al-Shaykh, en la que indaga en la vida de las mujeres árabes en la actualidad.

BARRIENDO EL SOL DE LOS TEJADOS

Hanan al-Shaykh Traducción de Albert Borrás Del Bronce. Barcelona, 2001 224 páginas. 2.500 pesetas

Érase una vez una hermosa e inteligente muchacha egipcia que iba a la feria de matrimonios. Como todos los años, después de dos días de fervor y promesas, volvía sin marido. A la hora de comprometerse, ahuyentaba a sus pretendientes con la confesión de padecer una enfermedad incurable, para poder así acudir de nuevo el año siguiente a la feria y no parecerse nunca a sus primas el día después de la boda: 'El aspecto que todas ofrecían (...) era como si alguien hubiera apartado la espuma de una bebida y sólo hubiera dejado el líquido monótono, rancio y sin vida'.

Las historias que cuenta la novelista Hanan al-Shaykh (Beirut, 1945) en este tomo de relatos no son cuentos de hadas à la orientale, todo lo contrario: son relatos de desilusión, de opresión y de choques culturales -con frases como 'el hombre es el desierto de la mujer'- que quiebran a tantas mujeres, expulsan a unas y muchas terminan por buscar refugio en el mundo intacto de la tradición islámica. Igual que en sus novelas de denuncia -prohibidas en varios países árabes- Mujeres de arena y mirra y La historia de Zahra (ambas en Del Bronce), al-Shaykh, en los 17 relatos de Barriendo el sol de los tejados, indaga en las condiciones de vida de las mujeres árabes de hoy, creando personajes complejos, como el de Samr, la libanesa europeizada de Una vida irreal que 'siempre había tenido una pobre opinión de los árabes en general', pero que, por mucho que admire 'todo lo occidental' no deja de sufrir de 'la gelidez de Europa, con su realidad monótona y ordenada'.

Paralelamente se toca un

espectro muy amplio de temas relacionados con la migración del Sur al Norte, vistas desde ambos lados de la barrera cultural: el paternalismo autocomplacido de una 'misionera' en Yemen; las humillaciones de la inmigrante árabe en Inglaterra o el violento choque diario entre Oriente y Occidente, que produce situaciones trágicas hasta el absurdo: en el desierto, un coche provoca un accidente mortal con un camello, los beduinos que acuden a socorrer sacan a los varones del vehículo a punto de explotar, mientras la mujer que viajaba en él se quema, porque no se atreven a tocar su cuerpo, medio desnudo por la colisión.

No todos los relatos obran con esta contundencia argumental. Donde la autora construye un discurso moral, en vez de confiar en la fuerza gravitatoria de los hechos, se vuelve tan cautelosa que resulta confusa. Hanan al-Shaykh prefiere la ambigüedad al aleccionamiento, como en Una vida irreal o en el relato que presta su hermoso título al libro. No ofrece soluciones a los problemas de identidad o de adaptación a un entorno cambiado de sus personajes escindidos y siempre a caballo entre dos mundos, el 'moderno' occidental y el 'antiguo' árabe -un mundo poco homogéneo conformado por realidades de 28 países, algunos prósperos y desarrollados, otros aún a muchos niveles en la Edad Media-. Sin embargo, a través de sus relatos, esta narradora, escrutadora sagaz, nos permite penetrar en los pliegues oscuros de estas sociedades cerradas.

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