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Reportaje:

Terrazas con historia en la 'milla de oro'

Los cafés tradicionales del paseo de Recoletos se adaptan al verano para recibir a sus visitantes

Música, comida, bebida y aire fresco en pleno centro de Madrid. Los coches pasan constantemente, y, entre los ruidos cotidianos de la ciudad, el paseo de Recoletos se antoja como una pequeña isla llena de árboles y de terrazas, donde, solos o en compañía, hay un pretexto para disfrutar de la ciudad en verano.

La llamada milla de oro -por los bancos y museos que hay en ese espacio- alberga también rincones que han visto pasar a varias generaciones de madrileños. 'Este lugar tiene una aureola especial, aquí pulula la historia', afirma José Bárcena, relaciones públicas del Café Gijón. En 1888 nació este café, famoso por las tertulias que han mantenido en él escritores, cineastas e intelectuales, y que algunos llaman el templo de la cultura.

Por las noches hay música en vivo, de piano o arpa, para 'amenizar' la cena

La terraza de verano comenzó a funcionar a principios de siglo y se convirtió, según Bárcena, en el 'apéndice del templo', un lugar en el que los tertulianos podían continuar sus conversaciones al aire libre cuando el calor se volvía insoportable.

'Aquí se viene porque la gente convoca una cita, es un sitio de encuentro para charlar', comenta el relaciones públicas. En la terraza predominan los grupos de amigos de todas las edades, que, además de convivir, aprovechan para escuchar la música de piano que ameniza la noche. Los fines de semana toca el turno a los boleros, 'preferidos por los matrimonios y las parejas', dice Bárcena.

Por ser época de calor, la gente prefiere bebidas refrescantes, como granizados, horchatas o leche merengada, que, según Bárcena, es de las favoritas de los asistentes y cuesta 650 pesetas. Un café, 375. De media, una persona puede gastar unas 3.000 pesetas si decide pedir alguna vianda o un platillo como paella, cabrito asado o merluza a la bilbaína. Este lugar, en el que se han sentado personajes como Luis Buñuel, Federico García Lorca y Salvador Dalí, está abierto hasta las dos de la madrugada.

Casi al final de la milla de oro, muy cerca de los museos del Prado y Thyssen Bornemisza, destaca el edificio del hotel Ritz, inaugurado en 1910. 'Esto es como una islita en medio del jaleo', explica Almudena Alonso, responsable de la terraza del hotel. Rodeada de árboles, entre ellos un ciprés calvo y un madroño, el ambiente de la terraza 'inspira tranquilidad; aquí viene la gente a estar relajada', agrega.

Por las noches hay música en vivo, por lo general de piano o arpa, para 'amenizar' la cena. Las especialidades del menú son las ensaladas, sopas frías, carnes y pescados a la plancha y paella. El café cuesta 1.100 pesetas, y un refresco, 1.500. La cena tiene un coste medio de 7.500 pesetas.

'Lo que más gusta a los extranjeros es probar el cava', cuenta Alonso. Según ella, los turistas llegan a la terraza a pedir un vino francés y después quedan sorprendidos por la gran variedad de vinos de la casa.

Alonso comenta la historia de una 'abuelita' de 90 años que va a cenar ahí todos los días. O la de un mexicano que había ido de niño a la terraza con su padre y 'lo recordaba todo igual'.

El Café del Espejo nació hace 23 años. Su estructura de cristal, estilo art nouveau con vidrieras de color rojo, azul y verde, destaca entre los lugares del paseo de Recoletos. A este sitio suelen acudir artistas, empresarios y paseantes en busca de un lugar para pasar la tarde.

'Es un lugar muy típico, pero que no está delimitado a cierto tipo de gente', afirma Vicente Madrigal, camarero del Espejo. 'Aunque vienen muchos famosos, porque es un lugar clásico, también es visitado por turistas', agrega. Madrigal comenta que todos los camareros hablan algún idioma, por lo que 'nadie se va de aquí sin lo que quiere'.

La comida que ofrecen es típica española: jamón, tapas y tortilla. De media, una persona gasta en ese lugar unas 3.000 pesetas. El café cuesta 300 pesetas; por 50 pesetas más se puede tomar un refresco. En esta época la gente suele acercarse a la terraza después de las 19.00, 'cuando baja el calor', y hasta las tres de la madrugada. Hora en la que también deja de sonar el piano que acompaña a los comensales.

Una pareja sale de la terraza y continúa con su paseo nocturno por una de las zonas más tradicionales de la capital. Caminan entre los bancos y las hojas que comienzan a caer de los árboles, anunciando que pronto terminarán el verano y el calor.

Terraza del Museo Thyssen Bornemisza, en el paseo de Recoletos.
Terraza del Museo Thyssen Bornemisza, en el paseo de Recoletos.GORKA LEJARCEGI

Hechizo nocturno en el museo

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