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La izquierda italiana recurre al hermano menor de Berlinguer para salir de su crisis

Giovanni, de 77 años, candidato a secretario general del PDS, principal partido de El Olivo

El joven Berlinguer tiene 77 años cumplidos y lleva casi 10 alejado de la política activa, pero su prestigio personal y, sobre todo, el de su apellido, ha decidido a la principal corriente del PDS a apostar por él como única alternativa posible para afrontar una urgente reforma.

En la prensa italiana hay quien se ha atrevido a compararles a los Kennedy, salvando las distancias ideológicas, y quien ha recordado, no sin exageración, que son ellos, los Berlinguer, la verdadera familia real italiana. Oriundos de Sassari, en Cerdeña, la familia Berlinguer ha dado numerosas figuras a la política italiana, aunque ninguna de la importancia de Enrico Berlinguer (1922-1984). Con Berlinguer, el PCI consiguió la cuadratura del círculo: ser un partido comunista independiente de Moscú, al mismo tiempo que recibía preciosos fondos en dólares para sobrevivir y obtener un enorme respaldo electoral. El año de su muerte, el PCI recibió el 34% de los votos en las elecciones europeas. En las elecciones de mayo pasado, el PDS obtuvo un modesto 16% de los escrutinios.

Nadie espera que, caso de triunfar en el congreso, Giovanni Berlinguer pueda igualar la hazaña de su hermano, pero todos confían en que este honesto médico y profesor, que ha escrito decenas de libros (entre ellos un minucioso estudio sobre las pulgas), presidente del Comité Nacional de Bioética, sea capaz de transmitir un poco de entusiasmo a los militantes y simpatizantes del partido. Berlinguer cuenta además con importantes padrinos: Sergio Cofferati, secretario general del sindicato ex comunista (el más importante de Italia) y el anterior líder diesino, Walter Veltroni, hoy alcalde de Roma, son sus principales valedores.

Por si todo esto fuera poco, el viejo profesor ha logrado aglutinar en torno a sí a todos los enemigos del ex factotum del PDS, Massimo D'Alema, primer ministro italiano entre 1998 y 2000, la fase de agudo declive del partido y de la izquierda en general. D'Alema tiene otro candidato. Se trata de Piero Fassino, el número dos de la coalición El Olivo en las elecciones generales del pasado 13 de mayo, que propone la transformación del PDS en un partido socialdemócrata. Un tercer candidato, el senador Enrico Morando, de 51 años, intenta abrirse camino con un programa liberal que escandaliza al ala izquierdista del partido.

Consciente de las limitaciones que le impone la edad, Giovanni Berlinguer se propone a sí mismo como un dirigente de transición. Pide sólo tres años para encauzar al ex PCI por nuevos e inexplorados territorios políticos. Por ejemplo, la batalla antiglobalización; un tema que, a su juicio, ha sido dejado de lado por el partido. 'Es necesaria una reorganización de las instituciones internacionales', declaraba recientemente a Il Corriere della Sera. 'Los ocho países más industrializados han vaciado de contenido el sistema de Naciones Unidas, lo que no hace más que agravar las condiciones de vida de la mayoría de los humanos'. Un discurso totalmente en sintonía con el de los dirigentes del Foro Social de Génova, que se manifestaron en esa ciudad de Liguria durante la reunión del G-8 de julio pasado.

'Afilar los cuchillos'

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Muchos militantes del partido ven a Berlinguer como una figura respetable y paternal capaz de poner orden en el caos actual. Y muchos dirigentes, dada su edad, ven su posible liderazgo como 'un breve intervalo durante el cual afilar los cuchillos' y prepararse para la batalla final, como escribía recientemente en La Repubblica el editorialista de izquierdas Michele Serra.

Sólo que, una vez en el poder, ¿quién asegura que el viejo profesor se limitará a bendecir a las masas? Hay quien ha recordado a este respecto al papa Juan XXIII, prototipo de pontífice de transición, elegido a los 77 años, que abordó la mayor revolución emprendida hasta ahora por la Iglesia católica en menos de cinco años de papado. 'Si fuera capaz de lograr la milésima parte de lo que él consiguió, sería el más feliz de los mortales', ha declarado Berlinguer con modestia.

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