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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tiburones en la playa

En España hay unas 12.000 motos náuticas, a las que habría que añadir las que cada año traen los turistas extranjeros. Son máquinas poderosas y de fácil manejo, pero peligrosas: cinco jóvenes de entre 15 y 25 años han perdido la vida en las costas españolas en el último mes en accidentes de estos vehículos. Cuatro de las víctimas eran ocupantes, y la quinta, un adolescente atropellado cuando se bañaba.

Sería un escándalo que se permitiera circular por las carreteras a motoristas sin su carné de conducir, pero eso es lo que ocurre con las motos náuticas, vehículos que alcanzan velocidades de hasta 100 kilómetros por hora y que pueden alquilarse en cualquier playa sin más requisito que presentar el carné de identidad y recibir sobre la marcha unas someras instrucciones sobre el manejo del aparato y las condiciones de utilización; como si se tratase de un patinete.

No es que no haya una normativa. El Ministerio de Fomento estableció una muy detallada que, por ejemplo, prohíbe circular por las zonas reservadas a bañistas, navegar a más de tres nudos de velocidad o cruzarse con otras motos, y obliga a guardar una distancia mínima entre ellas. La realidad ha evidenciado que esa normativa es insuficiente en algunos extremos y, sobre todo, que no se cumple. En lo que va de año ha habido 1.800 denuncias por falta de documentación o de seguro de las motos, o de licencia de los alquiladores o por incumplimiento de las normas de uso.

De ahí el nuevo reglamento que prepara la Dirección General de Marina, y que incluirá la exigencia de algún certificado de aptitud y una mayor exigencia de control por parte de las empresas de alquiler. Sobre todo, que sea obligatoria la presencia de un monitor titulado por cada cuatro aparatos en funcionamiento, y que exista un dispositivo de control remoto que permita reducir la velocidad o detener a las motos que no respeten las normas. Pero la clave sigue estando en un sistema efectivo de vigilancia sobre el terreno.

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