Policía Municipal de Alcorcón
Me dirijo a usted en relación con la carta publicada en la edición de Madrid, de fecha 4 de los corrientes, firmada por doña Raquel Pérez González, en la que se vierten una serie de juicios de valor o inexactitudes que ponen en entredicho el buen nombre y hacer de la Policía Municipal de Alcorcón; por ello, he de hacer las siguientes consideraciones.
1. Empezando por el final: en las bases de convocatoria de las oposiciones para Policía Municipal, así como las de las demás plazas de la plantilla del Ayuntamiento, el único requisito en cuanto a nacionalidad o vecindad que plantean es el de ser ciudadano español; otra cosa sería inconstitucional, al igual que la de excluirlos por ser vecinos ellos, y aún más sus familiares, de Alcorcón.
2. Distinto es que tarden una hora en atender una llamada por ruidos. La plantilla de Policía Municipal de Alcorcón, como la de otros muchos pueblos, ha visto mermada su capacidad de respuesta por muchas razones. Una de ellas, la imposibilidad legal de reponer a sus agentes jubilados merced a la Ley de Presupuestos Generales del Estado, que sólo permite reponer a uno de cada cuatro jubilados. Otra: Alcorcón ha crecido en extensión más de un 75% y la policía ha mermado sus efectivos en más de un 10%. Otra más, la dirección política del área de Seguridad Ciudadana es, desde hace años, lo más parecido a Loca Academia de Policía en cualquiera de sus alocadas partes, y los cambios políticos no la han mejorado.
Y, por último, hay que tener en cuenta que, desde el advenimiento al Gobierno del Partido Popular, cualquier desplazamiento del ilustrísimo señor alcalde que tenga un mínimo de oficial obliga al acompañamiento de una cohorte de agentes para aparentar una importancia que tiene más de aspaviento que de efectividad: el general Charles de Gaulle, cuando era presidente de la República Francesa, fue víctima de un atentado terrorista en la tarde del 22 de agosto de 1962 en el parisino barrio de Petit-Clamart. Salió indemne; su escolta era como mucho un tercio de la que hoy constituye la del alcalde de Alcorcón. Mucho más reciente y próximo: José María Aznar López sufrió otro atentado, resultando herido de levedad; su escolta no llegaba a la mitad de la del alcalde. En ambos casos, los vehículos eran blindados. Conclusión: parece más seguro aumentar el espesor de la coraza que el número de alabarderos.
Espero que, a la vista de cuanto antecede, la señora Pérez tenga claro por qué no son atendidas las llamadas de los vecinos, las deyecciones de los canes y otras muchas cosas más por los agentes de la Policía Municipal: sus escasísimos efectivos están dedicados a otros menesteres, políticamente -éstos sí- subjetivos, más importantes. A saber: organizar el tráfico en cualquiera de las más de veinte (20) obras que cortan las vías públicas de Alcorcón; atender los problemas de seguridad ciudadana (robos, atracos, peleas, etcétera) no atendidos por los, también escasísimos, medios humanos de la Policía Nacional; organizar y atender controles de alcoholemia a los conductores; velar -en número de cuatro agentes por turno y día- la vivienda del señor alcalde; escoltar, en número indeterminado, pero creciente, al alcalde en sus desplazamientos, etcétera.
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