DOS ADOLESCENTES DOMINAN 'EL EMBRUJO DE SHANGHAI'
Fernando Trueba finaliza la semana que viene el rodaje de su adaptación de la novela de Juan Marsé. Para sus personajes principales, el director ha escogido a Fernando Tielve y a Aida Folch, dos recién llegados sin complejos
Hubo un tiempo en que en el cine español no había actores infantiles de calidad. Sí, estaban Lolo, aquel querubín rubio de finales de los setenta, o ese Chencho (Pedro Mari Sánchez) que, a voz en grito, buscaba por la madrileña plaza Mayor toda España traumatizada. O Ana Torrent, con esos ojazos. Pero eran excepciones. Y mientras, llegaban largometrajes extranjeros, desde Los cuatrocientos golpes a E.T, el extraterrestre, con niños que se comían la pantalla. Incluso con actores que maduraban y brincaban a papeles adultos. El paradigma: Jodie Foster.
Sin embargo, la producción nacional ha recuperado terreno. Los intérpretes infantiles son creíbles, naturales, vocalizan y cargan en sus espaldas todo un largometraje (Barrio, El Bola...). Imanol Uribe prepara un largometraje, El viaje de Carol, con niños como protagonistas. Fernando Trueba finaliza estos días el rodaje de El embrujo de Shanghai con otros dos actores infantiles que tiran de la historia: Aida Folch y Fernando Tielve. En la Barcelona de la posguerra, estos dos críos viven los primeros amores. Ella es Susana, una quinceañera enferma de tuberculosis que no sale de casa; él es Dani, tiene un año menos y se dedica a hacer compañía, y a dibujar, a esa hipnótica chica. A su alrededor, un pequeño mundo de personajes magnéticos como Anita, la madre de Susana (Ariadna Gil); un anarquista amigo de la familia (Eduard Fernández); un viejo cascarrabias libertario, el capitán Blay (Fernando Fernán-Gómez), y en la distancia, en la ensoñadora Shanghai, Kim, el padre de Susana (Antonio Resines).
Los auténticos protagonistas son la pareja adolescente. Tielve, a sus 14 años, acumula más esperiencia cinematográfica que Folch, de 15 años. Folch acaba de aterrizar en los rodajes y Tielve lleva ya dos. Pero qué par de superproducciones. El año pasado rodó bajo las órdenes de Guillermo del Toro El espinazo del diablo, otro drama histórico, aunque en esta ocasión más cercano al thriller que El embrujo de Shanghai, que destila un aroma romántico. 'Bueno, ahora ya puedo comparar directores', confiesa el actor madrileño. 'Guillermo era durísimo. Y muy detallista. Cada plano, cada gesto estaba medido y sólo se podía hacer como él quería. Tenía toda la película en la cabeza'. Estuvieron tres meses de ensayos con ejercicios diarios. 'Me pedía que escribiera cómo veía a mi personaje, cómo me veía a mí mismo... uffff. Pensé que todos los rodajes eran así. Aquí me siento más suelto'. Para El embrujo... ensayó dos días y descubrió a un director, Trueba, abierto a sus sugerencias. 'Lo único es que estoy harto de la ropa de época'. Y un apunte que provoca una mirada irónica de su compañera: 'No me gustan las clases de interpretación'. La mirada estalla porque Folch, la pequeña estrella del rodaje, proviene de una escuela de teatro en Reus (Tarragona). Meses de pruebas y una intensiva redada por escuelas teatrales lograron que Trueba encontrara a su perfecta Susana. 'Fernando quiere que mi personaje sea de verdad. Los dos lo vemos igual y me deja a mi aire. El teatro es diferente, es más de equipo'. Aida es un animal cinematográfico: se come la cámara con los ojos, lo que ayuda a su Susana. 'Es que mi personaje juguetea y manipula a David'. Como fruto de una escuela, Folch lo tiene clarísimo:. 'Están muy bien, porque por alguna parte tienes que empezar'. Y el resto del equipo la mira embobada.
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