Hablaren verano
Los cursos de verano nos llevan, a quienes vamos hablando, por mucha España de la que aprender. Me dicen en todas que los presupuestos generales han ido descendiendo, y pienso que es consecuencia de una menor dedicación a la cultura y la educación. Y veo que el número de asistentes no ha descendido. Las aulas no son muy grandes, pero se llenan. Se habla de 'alumnos', y hay gente muy joven: más mujeres que hombres, como siempre, inscritos en los cursos. En España son más mujeres las que leen un libro en el metro, las que acuden al teatro y al cine, a las conferencias: todo el año. Un día me he dirigido al público diciendo 'todas vosotras': el error se comprendió. Van muchas personas de la ciudad o del pueblo; cuando soy yo el que habla hay personas mayores: coetáneos y perdedores, supervivientes de lo nuestro. Les gusta hablar al final, en el turno del coloquio: algunos llevan las preguntas escritas. En una ciudad un antiguo combatiente relató su final de guerra: no pudo terminar porque se echó a llorar al recordar traiciones, trampas, engaños.
No es verdad que los jóvenes no quieran escuchar lo que se llama 'sus batallitas'. Los que no quieren que las cuenten son los otros, los que han contado las suyas, de su bando y colores, y no quieren que circulen algunas verdades. Los jóvenes se encuentran con la necesidad de explicarse y de decir por qué beben y fuman los viernes y los sábados, y su imposibilidad de encontrar trabajo, de estudiar lo que quieren y hasta donde quieren. Creo que hay una campaña de difamación contra ellos.
En esto de las malas campañas hay que advertir que no proceden de un estado mayor misterioso y oculto, que decide desprestigiar a la juventud española: lo piensan así, lo dicen una vez y mil personas lo repiten inmediatamente. Los periódicos tienen una cámara de eco intangible, y a veces fuera de la sensibilidad de quienes los hacen: una buena palabra colocada en un comunicado aparentemente inocuo de un ministerio, o de la policía, la repetimos nosotros antes de tener tiempo de advertir su tendencia y su intención.
Probablemente el 'pensamiento único' no va mucho más allá: es una facilidad de palabra, una pereza, una falta de resistencia. Recuerdo cuando aparecieron las expresiones de 'pensamiento único', 'fin de la historia', 'corrección política'. Mil articulistas se alzaron en contra: algunos de ellos son los mismos que hoy divulgan esas comilonas de cerebro. Lo peor: no se dan cuenta.
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