_
_
_
_

El toque callejero de las fiestas

San Sebastián luce durante Semana Grande un amplio abanico de personas que exhiben su arte en plena calle

Van de fiesta en fiesta para ganarse la vida y, por qué no, para conocer pueblos y ciudades. Cada uno hace lo que sabe y, a veces, lo que le permiten, pero siempre en la calle. Desde tocar un ruidoso tambor hasta dejar escapar suaves y afinadas melodías clásicas. Desde trazar un perfecto retrato con ceras de colores hasta plasmar un tatuaje de henna en el rincón del cuerpo requerido. Desde permanecer inmóvil durante dos horas cual estatuta humana hasta despedir fuego por la boca y hacer malabares.

Diego es argentino y, tras pasar por las fiestas de Pamplona y Vitoria, ha llegado a la Semana Grande de San Sebastián con su novia Carmen, malagueña. Lo suyo es vender pulseras, tobilleras y demás materiales de artesanía elaborados con sus propias manos, pero el joven no puede, porque la Guardia Municipal no le permite montar un puesto. Así que su chica y él se afanan en adornar los cuerpos ajenos con tatuajes de henna. Tampoco en este caso la policía local se lo pone fácil, de manera que abren y cierran la carpeta con las posibles figuras a dibujar más veces de las que quisieran a lo largo de la jornada.

Los artesanos piden un espacio donde poder mostrar su trabajo sin problemas con la policía

Ante este panorama, Diego y Carmen demandan un espacio donde puedan agruparse todas aquellas personas que, como ellos, quieran mostrar y vender sus trabajos durante las fiestas. 'Que te cobren si quieren un dinero por unos metros de espacio, como ocurre en los festivales de música', propone el joven. 'Aquí, en mitad de la calle, te sientes un poco marginado. La policía te llama la atención mientras la gente está hablando contigo o mirando lo que haces, y te hacen sentirte como un delincuente', protesta.

Pero aún y todo, Diego está contento en la Semana Grande. 'No conocía la ciudad. Yo viajo. No tengo casa fija en ningún lado. Con el dinero que saco en un sitio voy a otro. Me gustan sobre todo los festivales de música étnica, tanto para vender como para escuchar buena música', relata. Y destaca además que durante sus viajes va conociendo gente y se van formando familias. 'La gente que se mueve, tarde o temprano se encuentra. Siempre vuelves a coincidir, incluso después de mucho tiempo y en lugares muy distintos', asegura el joven.

Isabel llegó de Brasil a Barcelona hace aproximadamente un año y colabora allí con organizaciones no gubernamentales en el campo del arte y la educación. Pero ahora en verano, aprovechando las fiestas que se celebran aquí y allá, busca un rincón apropiado en la ciudad de turno y se transforma en una estatua que representa a la mujer de los sueños.

Desde su improvisado pedestal en el paseo de la Concha, la joven abandona por unos minutos su estática posición para explicar que permanece quieta dos horas, descansa un poco, estira los músculos, y vuelve a la tarea durante otros 120 minutos. 'Hago esto para sobrevivir y conocer ciudades', comenta, para confesar a continuación que 'la concentración' es fundamental para lograr que los músculos del cuerpo estén tanto tiempo quietos. Tan quieta, tan silenciosa, tan sin molestar se luce Isabel, que la policía local no pone trabas a su 'difícil' trabajo.

Rosa María está a la cabeza del grupo musical Sonidos del Silencio, que nació hace ocho años en Barcelona, pero que está compuesto por personas procedentes de uno y otro lado del Atlántico, desde Ecuador, Venezuela y Bolivia hasta Ucrania y Bielorrusia. 'Hacemos música clásica, relajante. Son melodías con un estilo único e inconfundible', explica, para subrayar que utilizan los instrumentos propios de cada uno de sus países.

La formación toca durante la mayor parte del tiempo en la calle, por lo que 'lo más duro' de su periplo por las fiestas de todo el territorio español son los encuentros con la policía, que en algunas ocasiones les prohíbe tocar. El grupo visita por tercer año la Semana Grande de San Sebastián, una ciudad 'comprensiva y que sabe acogernos', destaca Rosa María.

Una estatua humana, ayer, en el Boulevard donostiarra.
Una estatua humana, ayer, en el Boulevard donostiarra.JAVIER HERNÁNDEZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_