Uno de los 'capos' de la prostitución de rumanas en España vive en Madrid
Desmontadas este año seis redes procedentes de Rumania gracias a varias 'testigos protegidas'
La Brigada de Extranjería de Madrid empezó a sospechar que una única organización controla el tráfico de prostitutas rumanas, y también moldavas, en España cuando, tras desarticular varias redes, vio que todas las investigaciones apuntaban a tres jefes rumanos localizados en Madrid, en la costa mediterránea y en las islas Baleares.
Estos capos, según fuentes policiales, tienen muy buena amistad entre ellos y son las cabezas de una organización con ramificaciones que cuenta con unas 60 personas. 'Los tres jefes son la mano suprema', aseguran fuentes policiales. Los tres mafiosos reparten el dinero obtenido de la explotación de las mujeres entre las personas que trabajan para ellos. También resuelven los conflictos entre los cabecillas y les distribuyen a las chicas. Estos mafiosos, además, están implicados en falsificación de tarjetas de crédito y en robo de vehículos.
Algunas de estas mujeres, indocumentadas, consiguieron escapar de sus explotadores y denunciarles en la brigada. Gracias a los testimonios de un grupo de ex meretrices rumanas y moldavas que se prostituía en la Casa de Campo y en clubes de la región y de capitales cercanas, la policía ha desarticulado este años seis redes rumanas. En el último año la policía madrileña ha desmontado unas 20 mafias procedentes de Europa del Este, África, América Latina y China también gracias a la denuncia de ex meretrices.
En febrero pasado, la Brigada de Extranjería de Madrid detuvo a una de estas mafias y a su cabecilla, Ion. C., el Ruso, gracias a la denuncia de un grupo de ex prostitutas. Algunas de estas mujeres han regresado a Rumania y otras están acogidas a la Ley de Protección de Testigos y a la Ley de Extranjería, convirtiéndose en testigos protegidas. Tienen garantizado el anonimato y un permiso de residencia. Al menos 47 ex prostitutas procedentes de países de Europa del Este, en su mayoría rumanas, son en la actualidad testigos protegidas, según fuentes de la policía y de la Guardia Civil. En alguna ocasión, según las mismas fuentes, los mafiosos se han puesto en contacto con las mujeres, después de que éstas hubieran declarado en comisaría, para negociar, a cambio de dinero, que no ratifiquen la denuncia.
Futuro como modelos
La mayoría de las mujeres son captadas en la provincia de Galati, una zona muy pobre del sur de Rumania, según la policía. Los mafiosos las buscan en discotecas. Allí las embaucan con falsas promesas de trabajo en Madrid. A las más guapas les dicen que tienen futuro como modelos; a las menos agraciadas les ofrecen diversos empleos, desde en restaurantes hasta en túneles de lavado. Convencidas, las chicas se sacan el pasaporte y lo entregan a la organización.
Los llamados pasadores empiezan a maquinar entonces cómo introducir a las mujeres en España. Hace unos años lo intentaban a través del aeropuerto de Barajas, pero cuando se encontraron con dificultades por las medidas de seguridad del aeropuerto probaron otras rutas. Ahora trasladan a las chicas desde Rumania hasta Hungría o Chequia, escondidas en los huecos del aire acondicionado de los trenes. Cuando llegan a estos países, los explotadores les dan un pasaporte falso húngaro o checo y las trasladan a Alemania.
Los pasadores tienen orden de no separarse de las chicas. En Alemania, otros mafiosos las llevan por carretera hasta Italia. Allí dejan a algunas y a otras las trasladan a Madrid. Según fuentes policiales, las redes rumanas operaban antes más en Italia, pero, al considerar que en España la ley es más permisiva, decidieron centrar sus negocios aquí.
En Madrid, los explotadores llevan a las mujeres a los pisos de distribución. Allí, las que todavía no se han enterado conocen su verdadero destino: la prostitución. En los pisos están secuestradas hasta que aceptan trabajar como meretrices. A las que se niegan, las apalean y violan repetidas veces. A las que los mafiosos consideran que están gordas, las dejan días sin comer. A partir de ahí, los tres grandes capos distribuyen a las chicas por ciudades. Después llegan las amenazas si no recaudan como prostitutas unos mínimos o si intentan escapar. A algunas mujeres les han quemado su casa en Rumania o han secuestrado a sus hermanos.
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