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Muere a los 69 años Segundo Marey, secuestrado por los GAL en 1983

Su caso llevó a la cárcel a José Barrionuevo y a Rafael Vera

Segundo Marey murió el viernes después de haber pasado una semana en el hospital, según confirmó ayer a este periódico el nieto del fallecido. Nada trascendió sin embargo hasta el pasado domingo, porque la familia quería preservar su intimidad en esos momentos de especial dureza. Marey padecía una enfermedad incurable desde 1983. Desde que unos presuntos mercenarios contratados con fondos reservados del Ministerio del Interior -Mohand Talbi, Jean-Pierre Échalier y Pedro Sánchez- confundieron al vendedor de mobiliario de oficinas con Mikel Lujúa, entonces dirigente de ETA. El objetivo era presuntamente presionar a las autoridades francesas para que liberaran al inspector de policía Argüelles y tres geos, detenidos en Pau (Francia) cuando trataban de secuestrar al supuesto miembro de ETA José María Larretxea Goñi.

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Signo y símbolo

Todo ocurrió el 4 de diciembre de 1983. Faltaban aproximadamente 10 minutos para las ocho de la tarde. En ese momento sonó el timbre y Marey abrió la puerta de su casa. Dos individuos se abalanzaron sobre él, lo agarraron y lo metieron por la fuerza en un coche pare emprender un viaje en dirección a España. 'A partir de aquel momento' -relató Marey en 1995, durante el juicio contra diversos cargos de Interior- 'empecé a decir quién era, hablaba mucho, hasta que me dijeron que me callara. Intenté abandonar el coche y el individuo de la derecha intentó estrangularme con esparadrapo'. Fue entonces cuando se percataron de que se habían equivocado de persona, pero decidieron continuar con la operación.

Los mercenarios condujeron a su víctima hasta la frontera de Dancharinea (Navarra). Allí les esperaba un grupo de policías a las órdenes del subcomisario José Amedo, que tenía previsto trasladar a Marey hasta una cabaña de Colindres (Cantabria). Era un habitáculo con una cama, una cocina de hierro y un pajar, sin electricidad ni agua ni retrete. Marey pasó allí 10 días, pese a que tanto sus captores como el entonces ministro del Interior, José Barrionuevo, sabían con seguridad que no tenía ninguna relación con ETA. Marey tuvo durante todo su cautiverio la cabeza tapada con una capucha. Sólo se la levantaban llegada la hora de comer. Tampoco caminó apenas durante aquellos días y salió muy debilitado, física y psicológicamente del secuestro. Tuvo que soportar muchas cosas. 'La víspera de ser liberado' -relató al juez en 1995-, 'uno de los secuestradores me dijo en español que tenía que matarme. (...) No tenía ninguna esperanza; pensaba que mis secuestradores me iban a eliminar. Deseaba entonces que la liberación de la muerte llegara pronto'.

'Me han destrozado'

Desde el secuestro tenía miedo a salir solo a la calle de noche. 'Desde los 52 años hasta ahora me han destrozado', reconoció una vez. 'Pero no busco venganza, aunque nunca perdonaré'.

La investigación del secuestro llevó hasta los altos cargos de Interior, y la confesión de Amedo y Domínguez ante el juez Baltasar Garzón en 1994 permitió esclarecer el caso y sentar en el banquillo a doce personas: el entonces ministro del Interior, José Barrionuevo; el secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera; el entonces gobernador civil de Vizcaya, Julián Sancristóbal; el dirigente socialista Ricardo García Damborenea y los agentes que habían intervenido en el secuestro. El Tribunal Supremo condenó el 29 de julio de 1998, después de un largo proceso, a Barrionuevo, Vera y Sancristóbal a diez años de cárcel. Los nueve restantes acusados recibieron igualmente penas de prisión. En septiembre, todos ingresaron en la cárcel. Tres meses después, Vera y Barrionuevo fueron excarcelados gracias a un indulto parcial del Gobierno.

Los 12 condenados han tenido que afrontar también el pago de una indemnización a Marey de 30 millones de pesetas, de los que sólo le faltaba por cobrar 'una pequeña cantidad', según informaron a Servimedia fuentes jurídicas.

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