Nuevo éxito de Dimitri Bertman con 'Eugenio Oneguin'
A comienzos de los años treinta del siglo XIX, tiempo clave en la historia del romanticismo, escribe Puchkin su narración poética Eugenio Oneguin que un talento musical tan ruso como germanista como fue el de Chaikovski convierte en ópera en 1879.
Conviene no olvidar ese origen poético de las que sus autores denominaron como 'escenas líricas' para seguir la vena sentimental, de una fuerte carga intimista, desarrollada por el gran compositor dentro de unos cuadros de ideas y costumbres propios de la burguesía de San Petersburgo de la primera y segunda década del siglo XIX.
No faltan tampoco en ellos las alusiones populares reflejadas en el canto de los campesinos ni las grandes danzas palaciegas de salón -vals y polonesa- siempre tratadas con especial autenticidad y crujiente barroquismo vocal e instrumental.
Todos esos datos explican la gran fortuna de Eugenio Oneguin en todo el mundo, pues la tónica y la fuerte emotividad sentimental son prácticamente idénticas a las reflejadas y explotadas por la literatura y el melodrama de ese tiempo en toda Europa.
El conjunto de la obra reclamaba distintas orientaciones y menor excitación que Macbeth, de Shostakóvich, pero Dimitri Bertman y toda la formación del Helikon Theatre respondieron con análoga carga de fidelidad escénica, literaria y musical.
En cuanto a los cantantes, si la soprano Kazakova o el tenor Kossarev merecieron ovaciones de excepción en Shostakóvich, no menores las escucharon Zagorinskaia, Dorojkine y Tarasov como responsables de los protagonistas de la ópera de Chaikovski, mientras el director Vladímir Ponkin mantuvo una gran continuidad muy matizada y servida con alto nivel por coros y orquesta.
Consecuentes con la naturaleza conceptual y estilística de la obra, los escenarios y trajes de Nezhny y Tulubieva dieron prueba de su flexibilidad y eclecticismo, y todos de la esencial sustancialidad teatral con la que Bertman organiza y 'canta' una acción entendida desde la misma partitura.
En realidad, todo el trabajo de este inteligente director supone una lección de ritmo interno aplicada a la ópera por el que los elementos constitutivos del drama musical se equilibran en un orden perfecto de representación y en una dialéctica, entre racional e imaginativa, de gran poder de comunicación.
El resultado fue, como era de esperar, un nuevo éxito. Fue también muy comentado por parte de los asistentes la conveniencia de volver a aplaudir a la Helikon Opera en Santander a través de su repertorio muy seleccionado y, desde luego, nada conformista.
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