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Columna
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Sentires

Si de sentires se trata, yo no me siento español. Yo me siento vasco. No es nada extraordinario, ni bueno ni malo. Es sólo el fruto de mi socialización primaria. He nacido y he crecido en un ambiente familiar y social nacionalista. Durante mi infancia y primera adolescencia he vivido rodeado de historias de nacionalistas vascos. En su mayoría, no se trataba de historias necrófilas, victimistas o vengativas. Eran, sencillamente, historias sentimentales. Eran relatos en los que afloraban, casi siempre a borbotones, sentimientos reprimidos por un nacionalismo español que, este sí, irrumpió en las vidas de mis abuelos, de mis padres y de mis vecinos como un vendaval de odio y de venganza. La guerra, la cárcel, el exilio y la falta de libertad constituían el centro de muchas de aquellas historias, narradas en ocasiones en primera persona por quienes las sufrieron. Así y todo, nunca renunció mi familia a unas, para mí, arcanas raíces leonesas que mi bisabuela materna trajo consigo desde La Bañeza. Por encima de todos, un recuerdo de aquellos días ocupa mi memoria. No sé cuánto hay en él de reconstrucción, no sé qué pátina ha ido depositando el tiempo sobre él, pero nunca he querido aclararlo: en ocasiones, es razonable que la verdad no nos estropee una buena historia. Había en mi casa un cuadro pintado por mi abuelo materno. Se trataba de los escudos heráldicos de él mismo y de mi abuela, Beaskoetxea y Aretzabala, rodeados de una orla y coronado todo ello por una ikurriña cuyo fondo estaba sin pintar. A mí siempre me intrigó la pintura inacabada y creo recordar que la explicación que pretendía acallar mis interrogantes era algo así como que esa era la única manera de salvar un obligado compromiso entre la afirmación de unas convicciones y la eventual protección frente a un régimen que las perseguía. Un día no se me ocurrió otra cosa que coger una pintura roja y completar el cuadro, por lo que me gané una buena bronca.

Frente a una moda muy extendida en los últimos años, no creo que sea preciso recurrir a exorcismo alguno para alejar de mí la influencia de tal socialización. No creo tener que hacer nada para liberarme de la sibilina posesión del diablo nacionalista, posesión que nada malo me ha provocado, más allá de una incontrolable aversión a las ropas con colores rojos y amarillos, en nada diferente de otra aversión similar a vestir prendas con tonos rosas, vestigio de una educación burdamente machista. Más que un bucle melancólico, el nacionalismo vasco ha conformado para mí lo que Douglas R. Hofstadter denomina un bucle extraño, fenómeno característico de aquellos sistemas jerárquicos en los que cualquier movimiento hacia arriba o hacia abajo a través de sus distintos niveles acaba siempre en el punto de partida y que está presente en los cánones de Bach, en los dibujos y litografías de Escher o en algunas formulaciones matemáticas de Gödel. Señala Hofstadter que en el concepto de bucles extraños va implícito el de infinito, pues el bucle no es otra cosa sino una manera de representar de manera finita un proceso interminable. Mis sentires primarios forman parte de un sistema más complejo y amplio de sentires caracterizado más por la interrelación y la síntesis que por la oposición y la contradicción. Un poco a la manera del Saramago que en El País Semanal del domingo nos relataba su regreso a la pequeña aldea de su infancia, Azinhaga.

Acabo de volver tras pasar dos semanas por tierras de Cádiz. El horizonte ha cambiado radicalmente, con el mar y las dunas sustituidas por el verde de unas montañas que, aunque parecen encerrarme en un diminuto valle, no han hecho otra cosa desde que tengo uso de razón que impulsarme a alcanzar sus cumbres para mirar más allá de ellas. Llego a casa y me encuentro con opiniones y polémicas sobre la españolidad o no del País Vasco y de todos o algunos de sus habitantes. En este contexto, no sé muy bien qué hacer con mis sentires. Nunca he sabido convertir mis sentimientos en razones políticas. Pero tampoco he sabido nunca dar razón de aquello que no sienta. Y en esas estoy.

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